¿DIAGNOSTICAR EL INSOMNIO?

Para llegar a un diagnostico de insomnio, se debe valorar cual es el esquema de sueño de la persona y la influencia de varios elementos con él relacionados, tales como el estrés psicológico, los medicamentos, el alcohol, las drogas, la actividad física, etc., teniendo también en cuenta que hay personas que necesitan menos tiempo que otras para la realización de su sueño.

El tratamiento del insomnio ha de buscar previamente sus causas, el nivel de severidad y las complicaciones a él asociadas.

Una sencilla manera de reducir el problema del insomnio consiste en restablecer un ambiente de tranquilidad y relajación, al menos una hora antes de acostarse, procurando generar una atmósfera, que facilite el sueño, mediante la reducción de la luz, de los ruidos ambientales y de las temperaturas extremas.

Con frecuencia la causa del insomnio se debe al estrés crónico y es conveniente abordarlo directamente, en vez de tratar de camuflarlo a base de medicamentos para dormir.

Es una costumbre muy saludable tomar conciencia de que el tiempo destinado al descanso es sagrado, personal e imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, y tan importante como asegurarnos un alimento equilibrado y suficiente cada 3 o 5 horas.

Para ello debemos ser organizados y rigurosos a la hora de planificar y cumplir con el suficiente tiempo de descanso, evitando que nuestros pensamientos sigan concentrados en los problemas vividos en las horas de vigilia y liberándolos de las preocupaciones del presente y del futuro. Los problemas reales no se van a solucionar porque nos roben el sueño, sino más bien todo lo contrario y, si hemos descansado adecuadamente estaremos en mejores condiciones para tomar las decisiones más convenientes.

Cuando tras el insomnio subyace una depresión, deberá ser el médico, quien prescriba el tratamiento más adecuado, teniendo en cuenta que los antidepresivos pueden inducir el sueño debido a sus propiedades sedantes.

El uso controlado e intermitente de ansiolíticos, sedantes e hipnóticos, bajo prescripción médica, puede ser útil para controlar los trastornos del sueño, mientras se corrige o se supera el problema de fondo, causante  del insomnio y de  la sensación de malestar. Sigue...

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¿A QUÉ LLAMAMOS INSOMNIO?

Bajo el concepto de insomnio se engloba la dificultad para conciliar el sueño, permanecer dormido, o cualquier otra alteración en el esquema normal del sueño, que nos lleve a la conclusión de que el sueño ha sido insuficiente o insatisfactorio.

El insomnio es por lo tanto una impresión subjetiva de insatisfacción, relacionada con el sueño, que puede tener su origen en muy diversos trastornos emocionales, físicos y, o, medicamentosos.  

La dificultad para conciliar el sueño afecta a una amplia parte de la población general, es más frecuente entre los jóvenes y los ancianos y en general suele estar relacionada con circunstancias emocionales, que se acompañan de nerviosismo, temor, ansiedad, depresión, o simplemente se da en personas que no concilian el sueño porque no han llegado a cansarse, debido a una intensa inactividad física y mental. 

La gente mayor suele comentar que no duerme lo suficiente y sobre todo que padece el insomnio de las primeras horas de la mañana, aunque con cierta frecuencia se constata que han dormido suficiente tiempo.

Hay personas que inician el sueño normalmente, pero se despiertan varias veces antes de la hora habitual, les cuesta volver a dormirse, o lo hacen con cierto grado de tensión, derivando en un sueño inquieto y poco reparador.

Las causas que pueden producir una inversión en el ritmo del sueño son múltiples y entre ellas resaltamos las provocadas por cambios en los turnos de trabajo, sobre todo si son nocturnos e irregulares, cambios frecuentes de horarios en las comidas, abuso de bebidas alcohólicas, desfase horario por viajes en avión (especialmente de este a oeste), efectos secundarios de algunos fármacos, demencia, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer y, muy especialmente por su elevada frecuencia, las preocupaciones importantes, la alta exigencia, el estrés crónico, las crisis de ansiedad y las depresiones. Sigue...

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PROTOTIPOS DE LAS FASES DEL SUEÑO

Los parámetros electrofisiológicos, como la polisomnografía permiten definir los estados de sueño y de vigilia, mediante el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG) y el electromiograma (EMG). Así podemos registrar la movilidad ocular y los cambios en las ondas cerebrales que se producen durante el sueño.  

Del estado de vigilia, caracterizado por ondas beta de 13 a 17 ciclos por segundo (c.p.s.) se va pasando a la relajación con ondas alfa entre 8 y 12 c.p.s., a continuación sigue la Fase 1 del sueño, seguida de la Fase II con ondas theta de 4 a 7 c.p.s. y va haciéndose más y más profundo en la Fase III, hasta un grado de máxima profundidad, que se conoce como Fase 4, donde predominan las ondas delta de 1 a 3 c.p.s. En esta fase la frecuencia cardíaca y respiratoria, el tono muscular y la presión arterial están intensamente disminuidos. 

A continuación el sueño pierde profundidad y regresa casi al estado de vigilia – relajación, donde aparece una nueva fase conocida con el nombre de Fase REM (Rapid Eye Movement), caracterizada por unos movimientos oculares rápidos y un marcado incremento de la actividad cerebral, que contrasta con la gran disminución del tono muscular en el resto del cuerpo.

Durante la fase REM la actividad eléctrica en el cerebro es especialmente alta y se asemeja a la del estado de vigilia, igualmente ocurre con la frecuencia y la profundidad de las respiraciones que también están aumentadas, sin embargo el tono muscular está deprimido, siendo todavía inferior al detectado en las fases más profundas del sueño.

Conforme avanza la noche y cada 90 minutos se van repitiendo los ciclos, pero  disminuyen los tiempos destinados a las Fases 3 y 4 y aumentan el de la Fase REM, durante la que realizamos los sueños, sin embargo el sonambulismo, el hablar dormido y los miedos nocturnos ocurren básicamente en las fases 3 y 4, donde predominan las ondas delta y la mayor profundidad del sueño.

La fase REM sin embargo se mantiene bastante estable desde la infancia hasta el final de la vida y ocupa al menos el 20 - 25% del tiempo de descanso, a pesar de que pueda disminuir tanto la profundidad como la duración total del sueño.

Conforme el sueño progresa se va produciendo una serie de limitaciones en la recepción de la información sensorial que ayudan a dormir. El bloqueo de los sentidos y la parálisis muscular impiden que representemos físicamente aquello que soñamos. Estas limitaciones se vuelven más intensas cuanto más profundo es el sueño, por ello el despertar durante esas fases y especialmente en la fase REM, donde se producen los sueños, provoca gran desorientación y confusión. Sigue...

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LAS FASES DEL SUEÑO

El sueño no sigue un patrón uniforme sino que se compone de varias fases diferenciadas, que se repiten cíclicamente unas 5 o 6 veces cada noche, alternándose cada hora y media, desde el sueño ligero al profundo y desde este al ligero.

Una posible explicación a este fenómeno puede relacionarse con la necesidad vital de nuestros antepasados de estar permanentemente en guardia, frente a las posibles amenazas de un entorno hostil.

El sueño profundo conlleva una serie de peligros para la integridad de los animales al disminuir las alertas y es posible que las intermitencias en la profundidad del mismo hayan supuesto una solución, que concilia necesidad con seguridad, sobre todo cuando son varios los individuos que conviven en grupos y mientras unos duermen otros velan por la noche.

El psicólogo norteamericano William Charles Dement, estudiando a personas durmientes, descubrió que durante una etapa de su sueño se producían movimientos oculares rápidos (Rapid Eye Movement), posteriormente llamada fase REM, que iban acompañados por un aumento de la respiración, de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial, llegando incluso a alcanzar los niveles típicos de la vigilia. Sigue...

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¿CONDICIONES IDEALES PARA LA SIESTA?

Una siesta no debe considerarse como una pérdida de tiempo, contribuye a mejorar el rendimiento laboral,  reduce los riesgos de accidentes, evita errores y aumenta la agudeza mental, no obstante deberemos evitar las siestas demasiado largas, porque se pueden alterar los ciclos del sueño y provocar insomnio, convirtiendo un placer recomendable en algo desafortunado. 

En la planificación de nuestra actividad socio-laboral conviene tener presente la importancia de priorizar, siempre que sea posible, el equilibrio físico y psíquico del individuo por encima de otros objetivos sociales e incluso los familiares.

El servicio y dedicación de la persona a la sociedad no debe realizarse a costa de la explotación y menoscabo de los individuos, por ello deberemos compaginar y armonizar los intereses de unos y otros con de justicia y eficiencia.

En resumen: la duración ideal de la siesta debe mantenerse entre los 10 y los 40 minutos diarios. Superar los cuarenta minutos reduce los efectos positivos de la siesta porque entramos en un sueño profundo del que nos cuesta despertar y puede alterarse la digestión.

Es mejor utilizar el sofá o una butaca cómoda que la cama, así se evita el riesgo de una duración más prolongada desaconsejada por los expertos. Sigue...

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