Una vez superado el reto y resuelto el problema, todo debe volver a la normalidad y a las condiciones previas a la amenaza. Esta acción-reacción del ser humano, si es completa y se resuelve en sí misma, no provoca desordenes, ni pasa mayores facturas posteriores. Sin embargo, cuando la amenaza es meramente psicológica, persistente e intangible, como la que se da en una situación de crisis laboral o de tensión en las relaciones sociales o familiares, la reacción frente al estrés sí se pone en marcha, pero no de forma puntual, breve y fisiológica, sino de manera solapada, insidiosa y continuada.
La orquestación hormonal y las respuestas cardio-pulmonares y musculares correspondientes han cumplido su objetivo de proteger al organismo frente a la situación conflictiva y todo debiera volver a la normalidad y restablecerse la calma.
Cuando el proceso orgánico, instaurado frente a la amenaza, no termina resolviéndose mediante las reacciones fisiológicas normales, se acaba agotando el mecanismo hormonal y se lesiona inexorablemente todo el organismo.
Las personas con estrés crónico sufren de ansiedad, insomnio, depresión, alteraciones gastrointestinales, debilidad y disminución de las defensas, a la vez que son más sensibles y susceptibles de padecer enfermedades metabólicas, cardiovasculares e incluso cáncer. Sigue...