La regulación de la glucemia se consigue, mediante el juego combinado de dos hormonas fundamentales: la insulina y el glucagón, ambas son segregadas por una glándula principal, llamada páncreas, que las produce en función de los alimentos que tomamos.
Estas hormonas son complementarias entre si y de su equilibrio en el torrente sanguíneo depende la cantidad de glucosa, que va a estar disponible para la alimentación de las células.
La hormona insulina es segregada por las células beta del páncreas como respuesta, directa y proporcional, a la presencia de glucosa en la sangre, que depende a su vez de la cantidad de hidratos que absorbemos en la comida.
El glucagón es secretado por las células alfa del páncreas como respuesta a los aminoácidos presentes en la sangre, que provienen de la ingesta, asimilación y degradación de las proteínas que ingerimos en la comida.
De lo arriba expuesto se deduce que, si masticamos y asimilamos unas comidas que tengan la proporción ideal entre los hidratos de carbono y las proteínas, garantizaremos una respuesta igualmente equilibrada entre ambas hormonas (“insulina / glucagón”), que garantizarán la normalidad de los niveles de glucosa en la sangre (normoglucemia). Sigue...