A la hora de buscar la etiología profunda de las enfermedades existen dos tendencias antagónicas y complementarias, que hacen hincapié en extremos opuestos. Mientras un modelo plantea como origen principal a las causas genéticas o endógenas, el otro culpa a los factores externos medio-ambientales y más concretamente a la interacción del individuo con su medioambiente.
El control epigenético puede modificar la lectura de un gen, sin cambiar el código del ADN, al igual que en el ajuste de la sintonización del televisor se puede alterar la apariencia del diseño de la pantalla, aunque en realidad no se está transformando el esquema de la emisión original. Ése es precisamente el papel de las proteínas reguladoras, que actúan como “sintonizadores” epigenéticos y pueden crear más de dos mil variantes de proteínas a partir de un mismo molde génico.
En principio partimos de que nuestro organismo es un sistema cuasi-perfecto con una capacidad extraordinaria para adaptarse a todo tipo de adversidades, como lo ha venido demostrando a lo largo de los seis millones de años, que, según los antropólogos, llevan los homínidos precursores de la especie humana, sobreviviendo en este planeta.
Los humanos vivimos un proceso continuado de adaptación-evolución, manteniendo el equilibrio dinámico, sin parar nuestro reloj biológico y en permanente disputa, frente a unos 100 billones de seres vivos, que nos rodean y también pugnan por sobrevivir (La Microbiota).
Los biólogos afirman que nuestro cuerpo tiene unos 60 billones de células en continuo desarrollo, es decir, que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Calculan que al día se nos destruyen unos 80 millones de células, que debemos reponer de continuo, en base a una alimentación equilibrada, que asegure la "energía" (Hidratos) y la "reposición" (Proteínas) (Ver) si no queremos vernos mermados y envejecidos prematuramente.
Esta constatación nos condiciona a tener que ocuparnos de manera prioritaria en el mantenimiento y en la renovación de todas las células, sin permitirnos el menor descuido, que lo pagaremos con la muerte de varios miles o millones de ellas. Sigue...