EL ORIGEN DE LA GRASA ACUMULADA

Debemos reconocer que la mayor parte de las reservas de la grasa que almacenamos no proviene de una ingesta directa de ellas, sino que su origen son fundamentalmente los excesos de azucares, junto a la reducción relativa de  proteínas. Los hidratos de carbono que, en cada comida, no vayan acompañados de las proteínas, en la proporción característica de nuestra especie (4/3) no podemos metabolizarlos adecuadamente y acaban transformándose en grasas.

Recordemos que los hidratos y las proteínas deben ir de la mano, arropados entre sí y siempre bien compensados, en todas y en cada una de las ingestiones. Su eventual desequilibrio provoca un desorden en el eje hormonal insulina-glucagón, cuya secuela es la transformación de los excedentes en grasa.

La mayoría de las personas siguen creyendo que engordamos por comer demasiado y de hecho son muy frecuentes los eslóganes tradicionales a favor de la reducción de la ingesta solamente en cuanto a cantidad y sobre todo por la noche como: “de grandes cenas están las sepulturas llenas”, “si quieres vivir más come menos”, “no estropees tu digestión por un bocado de más”, “si quieres descansar más, cena menos”, etc., que encierran experiencias muy valorables, pero que no justifican, por si solas, el incremento actual de la obesidad.

Otra observación a tener en cuenta a la hora de planificar el control del sobrepeso es que, cuando comemos en grupo se establecen influencias de tipo competitivo y connotaciones socioculturales, que nos incita a incrementar la cantidad de alimentos, respecto a la ingesta habitual.

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¿COMIDAS RÁPIDAS / COMIDAS LENTAS?

Respecto a las “fast food” o comidas rápidas debemos ser claros y precisos. La rapidez a la hora de montar una comida no tiene porqué influir en la cantidad, ni en la calidad, ni en la proporción de los nutrientes que ingerimos.

Basta con observar el nivel de idoneidad de las comidas más sencillas y primitivas del ser humano, tales como: la leche materna, las verduras de hoja, los brotes de soja, setas y espárragos, las legumbres, las frutas frescas, los frutos secos, etc., que nutricionalmente son productos naturales y extraordinarios, que no necesitan de ninguna elaboración especialmente laboriosa.

También de manera extremadamente sencilla, se pueden preparar combinados alimenticios sabrosos y equilibrados, de muy rápida manufactura, tales como: ensaladas, tapas, bocadillos, canapés, batidos de frutas, etc.

Con idénticos argumentos podemos deducir que las comidas lentamente elaboradas o “low food” no garantizan su calidad. Siempre debemos indagar sobre su justa adecuación a las características de la especie humana, es decir, que tanto la cantidad como la proporción de todos los nutrientes, que el ser humano necesita en cada una de sus situaciones vitales, estén presentes en sus menús de cada día.

En síntesis, hay que asegurar la cantidad suficiente de los nutrientes y el perfecto equilibrio entre ellos para que el combinado alimenticio coincida, en cada circunstancia con las necesidades puntuales del sujeto. Hablamos por lo tanto de los “Combinados Sapiens” o conjunto de alimentos, diseñados específicamente para los seres humanos cuyas cantidades y proporciones sean acordes con las necesidades concretas de cada persona.

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