Muchas veces ignoramos el papel que juega el equilibrio de nuestra energía vital en el logro de la salud y tendemos a pensar que, cuando hay un problema en el organismo, su origen lo atribuimos exclusivamente a algún tipo de alteración en los procesos químicos, que se desarrollan en el cuerpo.
Así nos han invitado a creer que proporcionando a la célula un sustituto del elemento químico defectuoso, el problema puede ser totalmente reparado. Por ello la industria farmacéutica se cree en el deber de seguir buscando píldoras mágicas y genes de diseño, que sean capaces de regenerarnos.
La experiencia nos está demostrando que, por ejemplo, una terapia de sustitución con hormonas sintéticas puede producir notables efectos secundarios y en consecuencia enfermedades cardiovasculares y disfunciones neuronales, hasta el punto de que el conjunto de los efectos adversos de los fármacos han provocado que la yatrogenia sea actualmente la tercera causa de muerte en los Estados Unidos.
Según Einstein no vivimos en un universo con cuerpos físicos independientes separados por espacios muertos. El universo es un único e indivisible agujero dinámico en el que la energía y la materia están tan estrechamente relacionadas que resulta imposible considerarlas elementos independientes. Que en el Universo todo depende de todo lo demás, porque todo está conectado.
Si los organismos vivos mantienen en equilibrio sus hormonas y sus cargas eléctricas, serán capaces de recibir e interpretar correctamente las señales ambientales, podrán permanecer con vida y garantizar su supervivencia, que está directamente relacionada con la velocidad y la eficacia en la transferencia de esas señales.
La velocidad de las señales electromagnéticas es de unos trescientos mil kilómetros por segundo, frente a la velocidad de difusión de una sustancia química que suele ser inferior a un centímetro por segundo, siendo además las primeras mucho más eficientes que las señales químicas. Sigue...
