Alberto no escribió una bibiografía por el momento

EL ORIGEN DE LA GRASA ACUMULADA

Debemos reconocer que la mayor parte de las reservas de la grasa que almacenamos no proviene de una ingesta directa de ellas, sino que su origen son fundamentalmente los excesos de azucares, junto a la reducción relativa de  proteínas. Los hidratos de carbono que, en cada comida, no vayan acompañados de las proteínas, en la proporción característica de nuestra especie (4/3) no podemos metabolizarlos adecuadamente y acaban transformándose en grasas.

Recordemos que los hidratos y las proteínas deben ir de la mano, arropados entre sí y siempre bien compensados, en todas y en cada una de las ingestiones. Su eventual desequilibrio provoca un desorden en el eje hormonal insulina-glucagón, cuya secuela es la transformación de los excedentes en grasa.

La mayoría de las personas siguen creyendo que engordamos por comer demasiado y de hecho son muy frecuentes los eslóganes tradicionales a favor de la reducción de la ingesta solamente en cuanto a cantidad y sobre todo por la noche como: “de grandes cenas están las sepulturas llenas”, “si quieres vivir más come menos”, “no estropees tu digestión por un bocado de más”, “si quieres descansar más, cena menos”, etc., que encierran experiencias muy valorables, pero que no justifican, por si solas, el incremento actual de la obesidad.

Otra observación a tener en cuenta a la hora de planificar el control del sobrepeso es que, cuando comemos en grupo se establecen influencias de tipo competitivo y connotaciones socioculturales, que nos incita a incrementar la cantidad de alimentos, respecto a la ingesta habitual.

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NOS HAN TRUCADO LOS ALIMENTOS

Las personas que necesitan comer fuera de casa o utilizar directamente las comidas precocinadas acaban siendo obesas, porque esas comidas en su mayoría adolecen de un marcado exceso de hidratos (más abundantes y baratos) y un déficit de proteínas, (más caras, más difíciles de manipular y conservar). Además, para acentuar los sabores y mejorar la palatabilidad, se utilizan excesos de grasa, incluso de baja calidad.

Todo ser vivo logra crecer y multiplicarse gracias a un alto grado de interacción positiva con su entorno y en el fondo la causa remota por la que parte de la población actual se ha hecho obesa y enferma crónica es achacable a: “la inadaptación del ser humano al entorno propio de su especie”.

En los más de 250.000 años de historia del “homo sapiens” el medio siempre ha sido natural, hasta que hace 10.000 – 15.000 años los humanos se hicieron ganaderos y agricultores. Esto supuso un cambio relativo en la dieta al aumentar los hidratos de carbono por el uso de los cereales en detrimento de verduras, brotes, bayas, raíces, etc., disminuyendo también la necesidad de salir a cazar, que fue sustituida por los aportes de la ganadería.

Pero el cambio más drástico y peligroso se produce en estos 70 últimos años con la revolución industrial y la oferta de productos excesivamente ricos en hidratos y muy pobres en proteínas.

Si la genética humana del paleolítico en 15.000 años no ha podido adaptarse a los cambios de la agricultura y ganadería, no es de extrañar que a los humanos actuales estas modificaciones nos produzcan serias alteraciones metabólicas. La industria alimentaria fabrica y publicita productos ricos en hidratos, camuflados con olores, colores y sabores, que nos parecen de origen protéico, como por ejemplo: papas con sabor a jamón de Jabugo, con sabor a quesos especiales, a carnes asadas, etc. y de esta forma consiguen saciar, engañar y mal nutrir a sus clientes. Sigue...

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MENSAJES EQUÍVOCOS E INEXACTOS

Otras frases como: “los únicos alimentos que no engordan son los que no se comen”, “si no quieres engordar deja la comida en el plato”, “quédate con hambre”, “reduce tu comida a la mitad”, “sírvete los alimentos en platos de postre”, etc.

De manera muy sutil, estas reflexiones han hecho mella en nosotros y tenemos  asumida la impresión de que la obesidad es consecuencia natural de la abundancia de alimentos, que está indefectiblemente ligada al desarrollo y a la abundancia, que es algo imparable a no ser que nos convirtamos en auténticos espartanos o invirtamos grandes recursos en tratamientos para su control.

Es cierto que, en general, se come demasiada cantidad de alimentos en las poblaciones ricas, pero no es menos cierto que muchas personas, agobiadas por su sobrepeso, reducen severamente su ingesta alimenticia y además no consiguen perder su exceso de grasa, llegando incluso a situaciones de autentica desnutrición, que contrasta con su plétora de tejido adiposo.

En nuestro medio se ha perdido el instinto y no tenemos información correcta para poder seleccionar los alimentos y además hemos olvidado las enseñanzas culinarias de nuestros mayores. No hemos analizado suficientemente las características alimentarias propias de nuestra especie, que condicionaron desde el paleolítico la supervivencia del género humano y que siguen vigentes en la actualidad.

Hemos abandonado las referencias culinarias de nuestros mayores y cada vez más estamos en manos de los fabricantes de alimentos precocinados y de los restauradores, autonombrados “catedráticos de la cocina”, quienes en pro de sus intereses comerciales, pasan de procurar el bien de los comensales y se constituyen en los promotores más eficientes del imparable mantenimiento de la obesidad.

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CAUSAS QUE SÍ ME ENGORDAN

Existe gran disparidad de opiniones respecto a las causas que originan el incremento del peso, desde quienes atribuyen el sobrepeso al placer de comer, los que lo relacionan con el orden en la ingesta de los alimentos, con la presencia de agua en las comidas y los que creen que la ingesta de grasas es la única causa a la que se puede atribuir la obesidad y se esfuerzan en reducirlas al máximo.

Otros atribuyen su problema a la falta de suficiente ejercicio y se proponen programas de actividad física a veces inalcanzables. La realidad es que gran parte de los obesos, siguen  engordando cada día más, sin llegar muchas veces a comprender las razones de ese aumento.  Vamos a tratar de averiguar las autenticas causas, que nos están haciendo obesos a más del 50 % de la población en el primer mundo.

La Escuela de Salud Dyética defiende que “engordamos por comer mal” y “no por comer más”. No es de recibo aceptar que seamos la única especie animal que engorde por saciar su hambre y que deba dejar los platos a medio comer si quiere evitar el fantasma de la obesidad, ni  que debamos machacarnos en el gimnasio para mantener una figura normal.

 Observando la naturaleza salvaje, que se nutre libremente, sin prejuicios ni esquemas alimenticios artificiosos, vemos que ni a herbívoros como los búfalos ni a carnívoros como los leones,  nadie les limita su comida, ellos comen a placer hasta que se sienten saciados, tampoco nadie les obliga a hacer ejercicios físicos adicionales y curiosamente mantienen su peso en condiciones óptimas.

¿No será que ellos sí saben alimentarse correctamente siguiendo el ejemplo de sus ancestros y, o aplicando el instinto propio de su especie?

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MITOS QUE NO ME ENGORDAN

Otro mito que circula libremente entre la población, preocupada por su sobrepeso, es culpabilizar a la ingesta de agua durante las comidas, como si por arte de magia el agua aportar calorías y pudiera convertirse en grasa. Si esto fuera posible podríamos tener una fuente de energía extraordinaria a precio del agua corriente.

Si consideramos la leche materna como la comida más natural y completa para el ser humano, admitiremos que sus nutrientes están disueltos en agua, que es absolutamente necesaria para el organismo. Por otro lado el agua es acalórica antes, durante y después de las comidas, no se degrada en el organismo, no aporta ninguna energía, ni puede transformarse en hidratos, proteínas o grasas.

También se le han atribuido a la siesta los incrementos en el porcentaje de grasa. Bien es cierto que durante el reposo físico el gasto de energía disminuye, adoptando valores de tipo basal con el consecuente ahorro energético, pero de ahí no se puede deducir que el descanso sea el causante del sobrepeso.

Como en el caso anterior debemos afirmar que la siesta no puede convertirse en grasa porque no es un alimento, ni a ella se le puede atribuir causalidad directa en el aumento del tejido adiposo, aunque es cierto que si comparamos el gasto realizado durante la siesta con el consumo energético de un paseo alternativo o el de una práctica deportiva, sí encontraremos diferencias.

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