¿DÓNDE SE IMPLANTA LA GRASA?

La grasa que ingerimos directamente en las comidas más la grasa que adquirimos a partir de la trasformación de los excedentes de glucosa se distribuye a todos los rincones del organismo mediante el aparato circulatorio. La persistencia de la materia grasa en su primera localización depende del mayor o menor consumo de energía que reclamen los tejidos musculares adyacentes y de la posibilidad de acumularse en las zonas más tranquilas e inactivas del cuerpo.

Nos puede ayudar a entender este peculiar reparto la forma y el lugar donde se aglutina el polvo en una habitación, que aun habiéndose producido de manera uniforme por todo el espacio, las corrientes de aire y el movimiento provocado por la actividad de los residentes hace que se redistribuya y se concentre en los rincones, debajo de los muebles, etc., en general donde el acceso está más limitado, desapareciendo de las zonas de paso o de mayor actividad.

Así encontraremos mayores depósitos de grasa en la zona abdominal de los hombres, en los brazos, muslos y caderas de las mujeres, que realizan poco ejercicio físico. En general es totalmente reseñable y fácil de comprobar cómo las personas que efectúan ejercicio físico con asiduidad, pierden los remanentes de grasa de las zonas que más habitualmente estimulan y trabajan. Valga como ejemplo la falta de grasa en todas las personas que practican atletismo o ciclismo y la reducción de los pliegues de grasa abdominal en la mayoría de los deportistas mientras están en activo.

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¿ES NATURAL LA OBESIDAD?

La capacidad de muchos animales para formar grasa y acumularla es una característica esencial para la supervivencia, que ha sido desarrollada por sus organismos para subsistir en tiempos de escasez. Tiene su origen en la necesidad de acomodación ante la falta de nutrientes, de forma que los individuos que no desarrollaron esta característica no fueron capaces de sobrevivir a las hambrunas y, en consecuencia, no pudieron perpetuarse con su carga genética. 

La obesidad en el ser humano, sin embargo, debemos considerarla como algo enfermizo o  patológico, que no obedece a ninguna circunstancia normal o natural. Es cierto que nuestro cuerpo, tiene gran capacidad, para almacenar reservas de grasa como combustible energético, cualidad adquirida, trasmitida y heredada de nuestros antepasados. A la humanidad le ha sido muy útil poder disponer de una capa subcutánea protectora para soportar inclemencias meteorológicas, situaciones puntuales de inanición y periodos de hambruna.

Si observamos con detenimiento a las personas de nuestro entorno, constatamos una gran variabilidad de tipos y de formas anatómicas, que, según los cánones de moda imperantes, pueden inducirnos a considerar como normales, situaciones claramente patológicas por exceso o por defecto, tanto en los pesos como en los volúmenes corporales.

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LA DIABETES INFANTIL (D.M. 1)

La Diabetes Mellitus tipo 1 se diferencia de la diabetes del adulto (D.M. 2) por lo brusco de su mecanismo de instauración, caracterizado por una destrucción, probablemente de origen autoinmune, de las células beta del páncreas, encargadas de la producción de insulina. Si se confirma que la deficiencia secretora del páncreas es absoluta, estaremos ante una D.M. 1 que necesitará un aporte externo de insulina, según las necesidades orgánicas de cada momento. 

Últimamente se ha podido demostrar que, al menos, un tercio de los diabéticos, diagnosticados y tratados como del tipo 1, siguen produciendo desde su propio páncreas alguna cantidad de insulina. Este hecho confirma la hipótesis de que se estaba catalogando y tratando, en consecuencia, con demasiada ligereza la diabetes tipo 1, sin ensayar previamente la posibilidad de una recuperación pancreática que es posible y factible. 

La insulina actúa retirando del torrente sanguíneo la glucosa, llevándola, en parte a las células y en parte al músculo e hígado para su almacenamiento provisional en forma de glucógeno, a la espera de ser demandado por el glucagón, que lo convertirá de nuevo en glucosa y la retornará a la sangre, para que siga sirviendo de alimento a las células. La deficiencia de insulina es incompatible con la alimentación celular y por ende con la vida.

Por ello los diabéticos insulino-dependientes necesitan imperiosamente recibir la insulina, que su páncreas no puede producir, en cantidades suficientes, sabiendo que tanto los defectos como los excesos de esta hormona son altamente perjudiciales para su normal funcionamiento orgánico.

Una alimentación equilibrada entre hidratos y proteínas al 4/3, distribuida de forma regular a lo largo de todo el día, permite que las necesidades de insulina sean menores y más estables, lo que en consecuencia facilita un mejor control de la glucemia con las mínimas aportaciones de insulina y menor número de controles analíticos.

 

 

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SOLUCIÓN INTEGRAL DE LA DIABETES

Las mejores respuestas en la recuperación de los diabéticos se consiguen, combinando: Alimentación (Ver) equilibrada, Descanso (Ver) suficiente, Actividad (Ver) moderada y Motivación (Ver) positiva frente al estrés. En definitiva todo ser humano y en especial los diabéticos no deben pasar ni hambre ni sed, garantizar una ingesta suficiente y proporcionada de líquidos, de hidratos, de proteínas y de grasas saludables, en todas y cada una de sus comidas. 

El número de las ingestas, al principio del tratamiento, debe ser de cinco al día (3 principales y 2 tentempiés), para evitar el hambre, producida por las crisis de hipoglucemia. Los diabéticos tipo 2, a causa de su resistencia a la insulina, no aprovechan todos los hidratos ingeridos, pues parte de ellos son derivados a la formación de grasas y otra parte, si hay excedente de glucosa, es eliminado a través de la orina con la consiguiente pérdida de líquidos.

En segundo lugar se trata de asegurar un descanso suficiente y reparador, no inferior a ocho horas diarias, además de 20 a 40 minutos de siesta.

Conocemos la eficacia de la actividad física en la regulación de la glucemia, al normalizar los niveles de azúcar en la sangre, por consumir parte de los excedentes de glucosa. Se deben evitar los ejercicios bruscos y los muy prolongados, que pueden provocar hipoglucemias o situaciones de estrés y con ello un incremento de la hidrocortisona, capaz de producir de nuevo hiperglucemia e hiperinsulinismo.

Debemos eliminar el estrés crónico que generan nuestras actitudes ante la vida, pues los síntomas del estrés no se activan por los sucesos que vivimos sino por nuestra reacción ante ellos, pues cada uno creamos nuestro propio cielo o infierno.

Algunos pensamientos y actitudes también pueden ayudarnos tales como: “Si tiene remedio de qué te quejas y si no lo tiene de qué te quejas”, “Hay que dejar los pensamientos negativos y buscar los positivos que siempre están ahí”, “Las conductas de serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa, sociabilidad,  generan actitudes de ánimo, amor, amistad y acercamiento”  Sigue...

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¿CÓMO COMBATIR LA DIABETES?

Es un hecho cierto que la diabetes tipo 2 es infrecuente en las poblaciones con alimentaciones primitivas, que se ajustan  a los cánones de la dieta del paleolítico, y sin embargo está aumentando de forma exagerada en el primer mundo. Lo mismo ocurre con la obesidad, porque ambas enfermedades se derivan del desequilibrio alimentario que soporta el mundo “civilizado”en los últimos 70 años. Igualmente es cierto que muchos diabéticos han conseguido normalizar su glucemia, cuando vuelven a alimentarse de forma correcta y continuada, es decir, equilibrando la ingesta de hidratos con la de proteínas, según la fórmula ideal :Hidratos = 4 y Proteínas = 3, en todas y cada una de sus comidas. (Ver)

Numerosos pacientes tratados con hipoglucemiantes orales, que ya no podían controlar sus hiperglucemias y se veían obligados a tener que inyectarse insulina, consiguieron no solo evitar los pinchazos sino hasta dejar los hipoglucemiantes orales con la única estrategia de compensar adecuadamente los alimentos, llevar una vida más activa, aumentar el descanso y reducir el estrés.

Incluso algunos diabéticos insulino-dependientes con varios años de tratamiento han conseguido mantener definitivamente sus glucemias normalizadas sin necesidad de insulina ni tratamiento farmacológico.  Sigue...

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