Cuando las cifras de tensión o presión que soportan las arterias, medidas reiteradamente en condiciones de reposo por algún sanitario experto, superan o igualan los limites de 140 mm. de mercurio para la tensión sistólica o máxima y, o, 90 mm. para la tensión diastólica o baja, se considera que estamos ante una hipertensión arterial.
Debemos tener presente que la tensión arterial en los animales vivos no es un parámetro estable, sino que varía continuamente en función de los estímulos orgánicos recibidos, que deben permanecer siempre dentro de unos límites de intensidad y duración, compatibles con la vida.
El problema surge cuando la presión soportada por las arterias es de una intensidad o duración tal que no permite la restauración o reparación plena del sistema cardiovascular.
Su importancia se deriva del deterioro que a medio plazo sufren tanto el corazón como las arterias por trabajar las 24 horas de cada día a mayor presión de la debida, situación que produce fatiga y deterioro de las células, que conforman las capas internas de las arterias, mayor riesgo de rotura de tejidos y envejecimiento general de todas las estructuras implicadas.
Se calcula que entre el 30% y el 40% de la población adulta de los países del primer mundo sufren de Hipertensión Arterial (HTA). Sigue...
