Probióticos e inmunidad en el envejecimiento saludable

Dra. Irene Moratinos

21 de octubre de 2022 La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en 2012 que la década de 2020 a 2030 sería la del envejecimiento saludable, de forma que se debería establecer una estrategia que permita una acción colaborativa global orientada a mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidades en las que viven.

El pasado viernes 7 de octubre en el 44º Congreso Nacional SEMERGEN se presentó el seminario Probióticos e inmunidad en el envejecimiento saludable en el que se debatió esta cuestión con el Dr. Jesús Santianes, médico de familia y geriatra, y la Dra. Mónica de la Fuente, catedrática de fisiología de la Universidad Complutense de Madrid.[1]

Al abordar el tema es importante diferenciar los términos de envejecimiento, entendido como el conjunto de modificaciones morfofisiológicas como consecuencia de la acción del tiempo y el envejecimiento saludable, que es el proceso de desarrollo y mantenimiento de la capacidad funcional que permite en bienestar en la vejez. "Todos envejecemos, pero no de la misma forma" confirmó el Dr. Santianes.

Envejecimiento saludable: un reto para la atención primaria
Las sociedades actuales están envejecidas: el número de personas mayores de 65 años es elevado y está aumentando exponencialmente, asociando un desplome en la tasa natalidad. Biológicamente, el envejecimiento implica un mayor riesgo de morbilidad. Pero este proceso es natural, no es una enfermedad. La atención primaria se enfrenta a dos desafíos: el demográfico y uno orgánico.

El envejecimiento empieza cuando llegamos a la edad adulta y conforma el periodo más largo de nuestra vida, cuya duración determina la longevidad. Según un estudio publicado en 2018, España será en 2040 el país con mayor longevidad media (esperanza de vida media), aunque estos datos se han modificado con la pandemia.[2] Sin embargo, ese puesto caía al hablar de años libres de dependencia, entendiéndolo como el estado en el que se precisa asistencia para realizar actividades corrientes de la vida diaria, particularmente las referidas al cuidado personal. En palabras de la experta, "no solo vivir más, si no con calidad".

Todo este proceso es inevitable pero se puede actuar en la velocidad a la que se produce. "Lo principal para conservar la salud es mantener la capacidad para adaptarnos a los cambios internos y externos a los que nos enfrentamos", afirmó la Dra. de la Fuente, aptitud que con el paso del tiempo disminuye y por tanto aumenta el riesgo de enfermar. Esta capacidad u homeostasis depende fundamentalmente de la correcta comunicación del sistema nervioso, endocrino e inmunitario, supeditada a factores como la genética y, en mayor proporción, el ambiente y el estilo de vida.

La experta se centra en la inmunidad como marcador de salud. Con el tiempo se producen cambios cuantitativos (en el número de subpoblaciones celulares) y cualitativos (en su función) en el sistema inmunitario, y son estas transformaciones las que modulan la velocidad de envejecimiento. "Una buena inmunidad te hace envejecer mejor", señaló la fisióloga. El término immunity clock se utiliza para determinar la edad biológica (que mide la velocidad a la que uno envejece) frente a la cronológica, teniendo en cuenta cinco variables inmunitarias: la quimiotaxis linfocitaria y de los neutrófilos, la fagocitosis, la linfoproliferación y la actividad de las células natural killer.[3]Toda la maquinaria inmunitaria genera una respuesta inflamatoria (oxidativa) que es necesaria para que las células realicen sus funciones correctamente. Esta tiene que ser equilibrada para no provocar un efecto nocivo, pero con el paso del tiempo se pierde esa capacidad y se produce un estrés inflamatorio y oxidativo crónico. Actualmente, la hipótesis más aceptada para explicar el proceso de envejecimiento es la teoría de los radicales libres o teoría de la oxidación, que aboga por un daño orgánico y alteraciones metabólicas consecuentes debido al mantenimiento de esa inflamación-oxidación crónica. De esta manera, son las células inmunitarias quienes regulan la velocidad de envejecimiento.

Estrategias de estilo de vida que pueden mejorar la inmunidad en el envejecimiento
La adopción de ciertos hábitos, como realizar actividad física moderada y llevar una dieta rica en fibra, frutas y verdura puede tener un impacto positivo en nuestra salud al mejorar nuestro estado homeostático. Pero, según comenta la catedrática, se ha demostrado científicamente que también influyen la emocionalidad positiva, el buen control del estrés y mantener contactos positivos, las relaciones sociales.[4] Este aspecto constituye una línea que cobra cada vez más peso en la investigación.

La consecución de un estilo de vida saludable podría regular favorablemente la respuesta inmunitaria (el equilibrio inflamación-antinflamación). En el caso particular de la nutrición existen datos que avalan dietas ricas en antioxidantes y la utilización de probióticos como una forma de disminuir el estrés oxidativo, mejorar la inmunidad y por tanto del resto de sistemas homeostáticos, lo que se traduce en una mayor calidad de vida y salud.

Microbiota y probióticos
El conjunto de microorganismos que pueblan un hábitat de forma estable conforma la microbiota autóctona. En el organismo humano, la mayor proporción se encuentra en el intestino (microbiota intestinal). Tiene una función fundamentalmente protectora (efecto barrera), también de interacción-regulación con el sistema inmunológico tanto en su desarrollo como en su función y de relación con el sistema nervioso (eje microbiota-intestino-cerebro). Estas interacciones son complejas y se producen tanto a través de mecanismos directos (microorganismos-células inmunitarias) como indirectos (como consecuencia de sus productos o de la relación de éstos con los componentes de la barrera epitelial).

Esta microbiota va modificándose a lo largo de la vida. Con el envejecimiento disminuyen los microorganismos beneficiosos (bifidobacterias fundamentalmente), aumentan los potencialmente patógenos (los más proinflamatorios) y disminuye la diversidad de poblaciones y sus funciones (más proteolíticos y menos sacarolíticos). Así, se establece el nexo de unión entre la microbiota y la longevidad. Un artículo publicado en 2017 ya apuntó que la disbiosis está en la base de 105 enfermedades, y esta cifra va aumentando conforme se incrementa la información sobre este tema.[5]

Al conocer la importancia de la microbiota en el mantenimiento de la salud, se entiende la relevancia de los probióticos, que son microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud ya que ayudan a restaurar la disbiosis. Los probióticos tienen las mismas funciones que la microbiota. Los más utilizados pertenecen a dos grupos microbianos: lactobacilos y bifidobacterias.

Los escasos estudios que se han publicado se centran en los efectos sobre la composición de la microbiota al envejecer, sobre los síntomas de enfermedades y manteniendo el estado de salud al intervenir en los sistemas homeostáticos como hace la microbiota.[6] De hecho, en los últimos años se ha acuñado el término de inmunobiótico, incluso desde el año pasado se habla de gerobióticos para hablar de aquellas cepas probióticas que permiten a hacer un mejor envejecimiento "y por tanto podrían ayudar a vivir más", concluyó la experta.[7,8]