Súperabuelas: La clave para la evolución de la especia humana

Ismael Marinero
05/02/2022 ¿Hay algo más enternecedor que el amor desmedido e incondicional de una abuela por sus nietos? Pocas cosas: quizá unos patitos cruzando la calle al ritmo que marca mamá pato o la irresistible mirada del gato con botas de Shrek 2.

Los últimos descubrimientos señalan que esa devoción por los nietos no solo es tierna, sino trascendental para el progreso de la humanidad y nuestra longevidad como especie. Veamos por qué.

Mediante resonancia magnética, los investigadores de la Universidad de Emory (Georgia, Estados Unidos), escanearon el cerebro de 50 abuelas mientras les mostraban imágenes de sus nietos. Como control, también se les mostraron imágenes de un niño desconocido, un padre del mismo sexo que su nieto y otro adulto desconocido. En vez de ponerse a jugar al Quién es quién o a unir con líneas de puntos a qué familia correspondía cada sujeto, los científicos "registraron áreas del cerebro relacionadas con la empatía emocional, el movimiento, la simulación y la preparación motora", según James Rilling, antropólogo y neurocientífico que dirigió el estudio.

"Cuando ven las imágenes de su nieto, están sintiendo realmente lo que el nieto está sintiendo. Así, cuando el niño expresa alegría, ellas sienten esa alegría. Cuando los niños expresan angustia, están sintiendo esa angustia". Más que una montaña rusa emocional, un circuito de Fórmula 1 con la mitad de la pista llena de minas y la otra de pellizcables mofletes infantiles.

También hubo sorpresas en los resultados: cuando las abuelas veían imágenes de sus hijos adultos, el compromiso emocional registrado en determinadas áreas del cerebro era sensiblemente menor. Es decir, que tu madre te quiere, qué duda cabe, pero no tanto como a sus nietos. Eso podría estar relacionado con lo que se conoce como esquema infantil, que las crías de muchas especies comparten para evocar una respuesta de cuidado en los adultos. Cabeza y ojos grandes, cachetes regordetes, nariz y boca pequeñas, extremidades cortas y anchas, y una contextura física que despierta una necesidad imperiosa de achucharlos una y otra vez. Que se lo digan al Bebé Jefazo.

Esta reciente investigación vendría a corroborar la conocida como hipótesis de la abuela, teoría antropológica que trata de explicar por qué las hembras humanas, a diferencia de otros primates y la gran mayoría de mamíferos, tienen la menopausia. Kristen Hawker, responsable de un estudio elaborado a través de una simulación matemática que dio lugar a la hipótesis, afirma que el abuelismo nos ayudó a desarrollar “toda una serie de capacidades sociales que luego son la base de la evolución de otros rasgos claramente humanos, como el vínculo de pareja, los cerebros más grandes, el aprendizaje de nuevas habilidades y nuestra tendencia a la cooperación”.

Así, la razón evolutiva por la que las mujeres tienden a vivir mucho tiempo más allá de su propia edad reproductiva, es ayudar a sus descendientes a criar a los nietos, lo que permite una mayor tasa de supervivencia de los bebés. El efecto también se ha observado en animales como los elefantes y las orcas, cuyas hembras, al igual que las humanas, experimentan la menopausia. Los defensores de la hipótesis de la abuela señalan que, sin la menopausia, las mujeres mayores simplemente seguirían dando a luz a sus propios vástagos, en lugar de actuar como abuelas y hacer de comer para 15 personas cuando solo tienen tres invitados. Desde una perspectiva evolutiva, tiene más sentido que las hembras de más edad aumenten la tasa de supervivencia de la descendencia del grupo en lugar de gastar más energía en producir nuevos herederos.

En la sociedad actual, la de la escasez de tiempo para labores tan exigentes como cuidar de nuestros propios hijos, las abuelas han demostrado ser más necesarias que nunca. Por eso, Rilling también entrevistó a las participantes para conocer cuáles consideran ellas como los principales retos y recompensas de ser abuela. Además de las diferencias de opinión sobre la crianza de los nietos, un clásico, "muchas de ellas hablaron de cómo podían devolver a los nietos y reclamaban que no fuera un trabajo a tiempo completo". Está claro, quieren a sus nietos con locura, pero también tienen derecho a vivir una plácida vejez sin cambiar pañales y soportar berrinches a las 5 de la mañana. Se lo han ganado a pulso.