El laboratorio de la Naturaleza es más poderoso que el de Wuhan

José R. Zárate
08/06/2021 En las últimas semanas, la teoría de que el SARS-CoV-2 salió del Instituto de Virología de Wuhan ha cobrado nuevos bríos. Estos son los 'culpables' y sus razones. El tradicional hermetismo de China y las trabas puestas a los investigadores de la OMS han alimentado la teoría de la 'fuga del laboratorio'.

Acostumbrados a las novelas frankensteinianas, a científicos que cocinan armas biológicas, a conciliábulos oscuros, a organizaciones en la sombra, a trilaterales manipuladoras, servido todo ello por fabuladores del cine y la televisión, la hipótesis del origen del SARS-CoV-2 en un laboratorio chino, con fuga intencionada o involuntaria, no tardó mucho en difundirse.

Suele ocurrir con casi todos los virus nuevos, como en su día pasó con el VIH, recuerda David Gorski, oncólogo, profesor de la Universidad Estatal de Wayne y desmitificador científico, en Science Based Medicine. Ya desde febrero de 2020, antivacunas como James Lyons-Weiler y Judy Mikovits y hasta el excéntrico Nobel Luc Montagnier respaldaron el diseño artificial del coronavirus. El tradicional hermetismo del Gobierno de Pekín alimentó en buena medida la conjetura conspiranoica.

El debate inicial, que parecía zanjado, se ha desempolvado y revivido en los últimos días. El presidente estadounidense Joe Biden pedía hace poco a sus servicios de inteligencia que “redoblaran los esfuerzos para recopilar y analizar información que pudiera acercarnos a una conclusión definitiva". Poco antes, el 14 de mayo, una veintena de expertos de las principales universidades de Estados Unidos escribía en Science que "debemos tomar en serio las hipótesis sobre la infección natural y la de laboratorio hasta que tengamos suficientes datos"; era más bien un modo de recriminar la tibieza investigadora de la OMS, no un apoyo al diseño perverso de un virus asesino. Añadían que "las teorías de la liberación accidental de un laboratorio y el derrame zoonótico siguen siendo viables", y animaban a que el Instituto de Wuhan abriera sus registros.

El Wall Street Journal publicaba el 23 de mayo que tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan habían tenido que acudir al hospital en noviembre de 2019 con síntomas similares a los de la gripe, lo que no demuestra gran cosa. Y unas declaraciones de Anthony Fauci, director del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, en las que afirmaba que no se sabía el origen del virus y que había que seguir investigando, se interpretaron a la ligera como un aval a la hipótesis de la fuga. El informe de la OMS, del 30 de marzo, sobre las pesquisas supervisadas de su delegación en China, concluía que lo más probable era la hipótesis del murciélago, aunque no cerraba la puerta a otras posibilidades.

Saltos entre especies
La mayoría de los investigadores coinciden en que el virus no fue diseñado en un laboratorio, fundándose en su conocimiento de los coronavirus, de su genética y de su deriva evolutiva. Pero no descartan que alguien se infectara accidentalmente en el laboratorio de Wuhan mientras trabajaba con algún coronavirus y luego contagiara a otros. No sería la primera vez que ocurre. Ahora bien, son excepciones contadas y controladas.

Lo normal es que los coronavirus pasen de animales -murciélagos, cerdos, perros, dromedarios, civetas, visones, etc.- a humanos. “Desde hace miles de años -escribía Ignacio López Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra en The Conversation-, los CoV han estado constantemente cruzando la barrera entre especies. Una de las características de los coronavirus es su tremenda capacidad de saltar de una especie animal a otra”.

El problema es que encontrar un virus idéntico al SARS-CoV-2 en un murciélago o un pangolín por ejemplo es muy difícil. El Ébola parece alojarse en murciélagos, pero en ellos solo se han encontrado fragmentos víricos, nunca una copia idéntica entera. La vertiginosa recombinación y mutación de los virus, y más entre especies, imposibilita la tarea. “El hecho de que los científicos aún no hayan encontrado pruebas de ‘pistola humeante’, de qué animal específico saltó el coronavirus a los humanos (y dónde), no hace que un origen de laboratorio sea más probable”, razona Gorski. Aun así, precisa López Goñi, “se han identificado más de 200 tipos distintos de CoV en los murciélagos y el 35% del viroma (el conjunto de genomas de virus) del murciélago son CoV”.

El arma perfecta
Tales misterios e incertidumbres en un mundo basado en la ciencia y la evidencia -y también en las sagas de mutantes y zombis-, disparan enseguida las neuronas de la fantasía y el ocultismo: China quiere dominar el mundo y ha diseñado el arma perfecta.

El epidemiólogo australiano Gideon Meyerowitz-Katz ha escrito en Medium que el dilema Naturaleza-Laboratorio es engañoso. “Como humanos, cuando se nos dan dos posibilidades asumimos que son equivalentes en probabilidad; cuando escuchas ‘fuga de laboratorio u origen natural’, se piensa que ambas opciones tienen la misma fuerza, aunque eso no tiene ningún sentido”. La suposición por defecto “es que el virus ha surgido de forma natural”.

El artículo en el que se basan las recientes especulaciones es un preprint, es decir, no revisado, escrito por el británico Angus Dalgleish, oncólogo de la Universidad St. George, de Londres, y el noruego Birger Sørensen, presidente de la compañía farmacéutica Immunor, y que parece que se publicará en Quarterly Review of Biophysics Discovery, una revista que nació en agosto de 2020.

Dicen que han encontrado "huellas dactilares únicas" en el virus que solo podrían haber sido creadas en un laboratorio y añaden que China ha destruido deliberadamente datos que podrían probar esta hipótesis. Quizá el artículo hubiera pasado sin pena ni gloria, como tantos otros, si el sensacionalista británico Daily Mail no lo hubiera aireado a bombo y platillo el pasado 28 de mayo. De hecho, los autores explican que disponen de esos datos "desde hace un año", pero que han sido ignorados por académicos y revistas importantes.

El artículo inicial se alojó desde hace un año en la revista noruega Minerva. Los autores achacan al "juego sucio y consideraciones políticas" el que fueran rechazados tanto por Science como por Nature. Demasiado pretencioso, pues, como dice Meyerowitz, esas revistas rechazan el 90% de los artículos que se les envían. Además, el documento de Dalgleish y Sørensen ni siquiera pretende demostrar que el SARS-CoV-2 se creó en un laboratorio; solo postula la teoría y luego dice que otros deberían refutarla. Argumento poco científico y honesto.

Contiene por otro lado errores muy básicos. Afirman, por ejemplo, que "las leyes de la física indican que no se pueden tener cuatro aminoácidos cargados positivamente en una fila. La única forma de obtener eso es si lo fabricas artificialmente". Sin embargo, como replicaron estruendosamente varios científicos en las redes sociales, alrededor de un tercio de todas las proteínas humanas tienen cuatro aminoácidos seguidos cargados positivamente. Luego desarrollan una larga exposición sobre cómo los científicos chinos podrían haber creado el SARS-CoV-2, deduciéndolo imaginariamente de los experimentos que se hacen en Wuhan con los coronavirus.

‘Ganancia de función’
Dalgleish y Sørensen afirman que los científicos chinos, en busca de una ‘ganancia de función’, tomaron una "columna vertebral" natural de un coronavirus hallado en murciélagos y empalmaron sobre ella un nuevo "pico", convirtiéndolo en el mortal y altamente transmisible SARS-Cov-2. Para ellos, responde Gorski, estos nefastos científicos chinos eran supuestamente tan inteligentes que no sólo hicieron algo que no es en absoluto trivial, sino que lo hicieron sin dejar atrás ningún signo revelador de manipulación genética, aparte de los que sólo Dalgleish y Sørenson "descubrieron", como las seis áreas de la proteína que básicamente todos los demás científicos no encontraron sospechosas.

Otro argumento que emplean es que se esperaría que una pandemia de virus naturales "mutara gradualmente" para volverse más infecciosa pero menos mortal. Es, en efecto, una tendencia de algunos virus, pero no siempre se cumple, sobre todo cuando aún se está propagando tan ampliamente, y además, puede que eso sea lo que vaya ocurriendo, a tenor de la tasa de letalidad decreciente y de los numerosos casos de infecciones asintomáticas o solo levemente sintomáticas.

Gorski menciona también otros artículos que afirman tener pruebas científicas de que el SARS-CoV-2 no podría haber surgido de forma natural, como los de la oftalmóloga Li-Meng Yan, de la Universidad de Hong Kong, ahora en Estados Unidos, que dijo que el genoma publicado del coronavirus de murciélago RaTG13, identificado en un murciélago de herradura (Rhinolophus affinis) y que comparte el 96% de la secuencia con el SARS-CoV-2, era, en esencia, "falso", generado como un encubrimiento para apuntalar la "teoría del origen natural". Yan también insiste en que cualquier dato que cuestione la "teoría del origen natural" es censurado por las revistas científicas. RaTG13 se encontró en especímenes de murciélagos almacenados en el Instituto de Virología de Wuhan después de haber sido recolectados en 2013.

¿Encubrimiento colosal?
Una prueba popular entre los que defienden la fuga del laboratorio es que el sitio de escisión de la proteína furina del virus, situada entre las subunidades S1 y S2, es tan antinatural que implica un origen artificial, “a pesar de que esta idea se desmintió desde el comienzo de la pandemia. Los sitios de escisión de furina no son desconocidos entre los coronavirus 'salvajes', y tampoco hacen necesariamente que los virus sean más mortales”, explica Meyerowitz.

Con todo y por muy buenos que sean los virólogos, no conocen a priori las características que hacen que un virus sea más propenso a infectar y dañar a los humanos, escribía Ethan Siegel en Forbes: “La ciencia de lo que se puede hacer en virología, con técnicas modernas, es bastante impresionante. Pero lo que la conspiración atestigua que debe haber sucedido va mucho más allá de las capacidades de incluso los equipos de investigación más avanzados del mundo”. Y López Goñi apuntala que “si el origen del genoma de SARS-CoV-2 fuera la ingeniería genética, muy probablemente se habrían empleado algunos sistemas genéticos ya presentes en otros beta-CoV y los datos no demuestran nada de esto”.

Que los chinos sean testarudos y poco amigos de cooperar no es un argumento sólido a favor de una fuga de laboratorio. “Una hipótesis -escribía Dan Samorodnitsky en Massive Science- requiere un encubrimiento colosal y el cumplimiento silencioso, inquebrantable y a prueba de fugas de una vasta red de científicos, civiles y funcionarios gubernamentales durante más de un año. La otra requiere solo que la biología se comporte como siempre lo ha hecho. La hipótesis del derrame zoonótico es simple y lo explica todo. Es una mala praxis científica pretender que una idea sea tan meritoria como la otra”.

Ralph Baric, epidemiólogo y microbiólogo de la Universidad de Carolina del Norte, y uno de los firmantes del informe de Science, ha declarado que "realmente creo que la secuencia genética para el SARS-CoV-2 apunta a un evento de origen natural". Por grande que sea la biblioteca de virus de murciélagos del Instituto de Wuhan, el repositorio de virus en la naturaleza la supera en "muchos órdenes de magnitud".

La debilidad del informe de la OMS no ayuda mucho en esta polémica, matiza Meyerowitz. Aun así, no hay evidencia, al menos hasta lo que han podido averiguar, de que el personal del Instituto de Virología de Wuhan tuviera anticuerpos contra el SARS-CoV-2 antes del brote.

¿Es posible un contagio accidental o una manipulación biotecnológica para potenciar la capacidad de infección y transmisión del virus, la denominada ‘ganancia de función’? Quizá. Pero, como recuerda López Goñi, “conocemos menos del 1% de los virus que hay ahí fuera y más del 70% de los nuevos virus emergentes tienen su origen en los animales”. El laboratorio de la Naturaleza es mucho más poderoso y tiene más experiencia que el de Wuhan.