El parto programado a una edad gestacional temprana puede aumentar el riesgo de alteraciones del desarrollo

Dr. Ricki Lewis, PhD
17 de noviembre de 2016 El parto programado antes de las 39 semanas de gestación aumenta el riesgo de alteraciones del desarrollo del niño durante la edad escolar, según un estudio de población publicado en versión electrónica el 7 de noviembre, y en edición impresa en el número de diciembre de Pediatrics.[1]

 

Los autores de este estudio afirman: "No sólo observamos un aumento del riesgo de alteraciones del desarrollo por cada semana adicional en un bebé que nace antes de las 39 a 40 semanas de gestación, sino que este aumento fue mayor en los partos que no se produjeron por vía vaginal después del inicio espontáneo del parto, incluso en mujeres con embarazos de riesgo bajo". Señalan que retrasar el parto solamente una semana puede tener efectos favorables significativos a largo plazo.

La inducción del parto y la cesárea se realizan a menudo por razones extramédicas, como la conveniencia para la mujer o para el médico. Varios estudios indican un aumento continuo de los partos programados y un descenso global de la edad gestacional de las 40 a las 39 semanas a nivel internacional. Sin embargo, el parto antes de las 39 semanas puede impedir que el bebé consiga todo su potencial de neurodesarrollo, puesto que el desarrollo del cerebro fetal se acelera a partir de las 32 semanas y hasta llegar a término.

Jason P. Bentley, bioestadístico de la Universidad de Sidney, en Australia, y sus colaboradores, demostraron la asociación entre el desarrollo inicial del niño y la edad gestacional en el momento del parto, así como con el tipo del mismo. Evaluaron 153.730 niños nacidos en Nueva Gales del Sur entre 2002 y 2007, a los que se realizó una valoración en edad escolar con el cuestionario de 100 preguntas del Australian Early Development Census.

Los autores utilizaron registros de nacimiento interconectados para determinar la edad gestacional en el momento del parto y el tipo de éste. La media de edad al realizar la evaluación fue 5,5 años.

Asimismo, examinaron cinco áreas del desarrollo: salud física y bienestar, lenguaje y función intelectual, aptitud social, madurez emocional, y conocimiento y comunicación general. Los niños con una puntuación en el percentil 10 se consideraron "vulnerables a alteraciones del desarrollo" en dicha área, y si estaban en el percentil 10 en 2 o más áreas, se consideraban como "muy vulnerables a alteraciones del desarrollo", que fue el criterio de valoración principal del estudio.

Los partos programados representaron 41,4% del total. Dicho porcentaje fue de 48,4% en los partos a las 37 semanas y de 55,2% en los partos a las 38 semanas. En conjunto, 5,6% de los bebés nacieron entre las semanas 32 y 36, y 22,5% entre las semanas 37 y 38.

Los autores encontraron que 9,6% de los niños eran "muy vulnerables a alteraciones del desarrollo". Estos niños tenían más probabilidad de pertenecer al género masculino, o ser pequeños para la edad gestacional, o de tener madres más jóvenes, con dificultades socioeconómicas y fumadoras durante el embarazo.

El riesgo de ser "muy vulnerable a alteraciones del desarrollo" fue más bajo con una edad gestacional más avanzada en el momento del parto, después de ajustar factores maternos y socioeconómicos, pequeño para la edad gestacional, edad en el momento de la evaluación, y género.

En concreto, en comparación con el parto a las 40 semanas, el riesgo relativo ajustado (RRa) de ser "muy vulnerable a alteraciones del desarrollo" fue 1,25 (intervalo de confianza [CI] del 95%: 1,08 - 1,44) para 32 a 33 semanas; 1,26 (IC 95%: 1,18 - 1,34) para 34 a 36 semanas; 1,17 (IC 95%: 1,1 - 1,25) para 37 semanas; 1,06 (IC 95%: 1,01-1,10) para 38 semanas; 0,98 (IC 95%: 0,94 - 1,02) para 39 semanas y 0,99 (IC 95%: 0,94 - 1,03) para 41 semanas o más.

Además, cuando estratificaron el análisis por tipo de parto, los autores hallaron que el riesgo de ser "muy vulnerable a alteraciones del desarrollo" era alto después de inducción del parto o parto por cesárea (RRa: 1,07; IC 95%: 1,04 - 1,12), en comparación con el parto espontáneo por vía vaginal.

Asimismo, los autores observaron que los riesgos asociados a un parto programado y al nacimiento prematuro eran aditivos, de manera que un parto programado a las 37 semanas estaba asociado a un aumento del riesgo de 26% (RRa: 1,26; IC 95%: 1,18-1,34) de ser "muy vulnerable a alteraciones del desarrollo", en comparación con el parto espontáneo y con el parto vaginal a las 40 semanas. El parto programado a las 38 semanas estaba asociado a un aumento del riesgo relativo de 13% (RRa: 1,13; IC 95%: 1,08-1,19).

La Dra. Siobhan M. Dolan, maestra en salud pública, y la Dra. Mary L. Rosser, PhD, del Department of Obstetrics & Gynecology and Women's Health del Albert Einstein College of Medicine/Mintefiore Medical Center del Bronx, en Nueva York, Estados Unidos, afirman en un editorial adjunto que "la conveniencia de evitar un parto programado o planificado antes de las 39 semanas es evidente y cada vez es más concluyente gracias a datos como los presentados por Bentley y sus colaboradores".[2]

Para evitar la realización de partos programados es necesario tomar medidas en varios frentes, tales como medidas para mejorar la calidad, campañas de información pública y renombrar la gestación a las semanas 37 y 38 como "a término temprano" frente a 39 y 40 como "a término completo".

Concluyen que "es igual de importante que los obstetras y los pediatras transmitan un mensaje unificado a las mujeres y a las familias de que el momento apropiado para un parto programado es a las 39 semanas como mínimo".

Las limitaciones del estudio son la uso de archivos de historias clínicas y la imposibilidad de analizar todos los posibles factores de confusión.

Los autores del estudio y los del editorial han declarado que no tienen ningún conflicto de interés económico pertinente.