Las pistas de nuestras lágrimas: por qué lloramos

Dr. Michael R. Trimble

24 de octubre de 2016 En las palabras del crítico literario William Hazlitt (1788-1830): "Explicar la naturaleza de la risa y las lágrimas es explicar la condición de la vida humana; ¡porque de alguna manera está compuesta de estas dos! Es una tragedia o una comedia, tristeza o alegría, en realidad". [1]

Los seres humanos son la única especie viviente que llora por motivos emocionales

Es el caso que muchos mamíferos vierten lágrimas, sobre todo en respuesta al dolor o la irritación del ojo, y que las lágrimas protegen al ojo al mantenerlo húmedo, pero es una perogrullada observada por muchos, incluso Charles Darwin, que los seres humanos son la única especie viviente que llora por motivos emocionales. También es el caso de que ver el flujo de lágrimas de los ojos de otras personas evoca conductas prosociales y que (en general) las personas se sienten mejor después de llorar. Por consiguiente, debe haber un punto en la evolución del Homo sapiens en que las lágrimas se convirtieron en una forma de expresar el estado mental de quien llora. Esta exaptación, o cambio en el uso de un rasgo biológicamente adaptado (lágrimas), seguramente se ha asociado a cambios en los medios sociales y culturales de nuestros ancestros y a modificaciones en la neuroanatomía del cerebro humano, en comparación con nuestros parientes primates más cercanos, como los chimpancés y los bonobos.

No está claro hasta cuándo hay que remontarse en el tiempo de la evolución para explorar el desarrollo de nuestros logros culturales. Los primeros homínidos aparecieron en la faz de la tierra hace quizá cuatro millones y medio de años, pero muchos expertos consideran que hubo una "revolución simbólica" hace unos 150.000 años. Los primeros grupos sociales de cazadores y recolectores de pequeños forrajes fueron desplazados por las comunidades más refinadas con organizaciones basadas en alianzas, ceremonias ritualizadas y un lenguaje propositivo no refinado que distaba mucho de los lenguajes sintácticos y ricos en metáforas utilizados en la actualidad. En algún momento después de esto, surgió el Homo sapiens, y surgieron las culturas humanas como las conocemos hoy día, con simbolismo, relatos, religión y mito, música y finalmente el arte escénico de la tragedia. En alguna parte a lo largo del camino hemos comenzado a derramar lágrimas de emoción.

El llanto muy a menudo se asocia a sucesos de pérdida, sobre todo duelo, aunque también experimentamos lágrimas de goce y lágrimas evocadas por las artes, sobre todo la música y los relatos. Esto es relevante para nuestra comprensión de la importancia evolutiva y social del llanto.

Ser consciente de las emociones de otros (a través de las neuronas en espejo) ― que aparecieron en algún momento después del surgimiento de la consciencia, y casi ciertamente tras el desarrollo de las habilidades lingüísticas ― estuvo simbolizado por la utilización de palabras deícticas (yo, aquí y ahora), que entonan individualidad y tal vez sueños. Esto permitió el desarrollo de la empatía, que es la encarnación de estos sentimientos. Podría ser que la muerte de un miembro de un grupo social muy unido y la aparición de esta persona en un sueño, hubiese conducido a la intensificación de las actividades comunales, como los intentos por encontrar o visitar otro mundo, lo cual, a su vez, condujo a los relatos, los rituales religiosos y las ideas de la vida después de la muerte.

Durante el proceso evolutivo, el desarrollo de los músculos faciales permitió una mucha mayor expresión en el Homo sapiens que en otros primates, y los ojos experimentaron alteraciones sorprendentes. No hay más que mirar a los ojos de otro primate viviente y se verá que la esclerótica es oscura. En el ojo humano, la esclerótica es blanca, de manera que los cambios en el tamaño del iris que acompañan a las emociones cambiantes son visibles. El psiquiatra Stephen Porges conecta [2] el surgimiento de la empatía en los primates con la complejidad creciente del sistema nervioso autónomo (el cual está relacionado con la sintonía de nuestro estado emocional momento a momento) y con un aumento en el refinamiento del sistema de compromiso social, que confiere la capacidad para sentir empatía. La capacidad para sentir la tristeza de otros fue un factor decisivo en el desarrollo del Homo sapiens y está directamente relacionada con los cambios neurobiológicos que ocurrieron en el sistema nervioso central durante el proceso evolutivo. Investigaciones recientes en el campo de la neurociencia han revelado que determinados circuitos cerebrales son activados, de manera rápida e inconsciente, cuando vemos a otra persona con aflicción emocional, pero los sentimientos prosociales inducidos se intensifican considerablemente no sólo por la expresión facial, sino también por el derrame de lágrimas.