Niños y «me gusta»: los riesgos de la sobreexposición en redes sociales

LUCÍA BLANCO
26 ago 2023 La aparición de menores en plataformas resulta rentable para la publicidad de marcas, a pesar de riesgos como la pérdida de control de las imágenes o el acoso

Bebés que no han nacido todavía, pero su ecografía ya circula por la red. También los primeros pasos, las primeras palabras, las pataletas, su actuación en la función del colegio. Las redes sociales coleccionan parte de la intimidad de niños y niñas, con los riesgos que eso conlleva. La sobreexposición de los más pequeños a través de las plataformas es un debate que permanece abierto y más aún cuando los progenitores se lucran de ello: ¿se está mercantilizando su imagen?

En España un 89 % de las familias comparte una vez al mes contenidos de sus hijos en las plataformas, según el informe EU Kids Online. «Está muy extendido entre padres y madres normales, pero si vamos a los influencers la cuestión se ensucia debido a las campañas publicitarias que hacen con ellos», explica Angeriñe Elorriaga, doctora en Comunicación Social y coautora de un estudio en el que analizaron 1.000 publicaciones de diez cuentas de instamadres.

Según sus conclusiones, la infancia es rentable a la hora de conseguir publicidad en redes. «Con la presencia de menores suben los 'me gusta' y las marcas valoran las tasas de engadment de los creadores de contenido, que se incrementan con la presencia de niños», añade. Mostrar la infancia choca con el derecho a la propia imagen, una facultad que pertenece a cada persona, aunque «el ejercicio y la protección del mismo siendo menor de edad puedan defenderlo otros», explica Ramón Herrera, doctor en Derecho especializado en Nuevas Tecnologías.

Huella digital

Además, cuando un padre sube contenido de sus hijos a la red, está dejando una huella digital que puede afectar al desarrollo de su personalidad. En un futuro, pueden sentirse incómodos porque «no se ven reflejados y quizás hayan perdido la capacidad de borrarlo», sentencia Jorge Flores, fundador y director de Pantallas Amigas, una iniciativa por el uso seguro y saludable de internet en la infancia y en la adolescencia. En un momento en el que la tecnología protagoniza nuestras rutinas, coleccionar momentos a través de los dispositivos resulta de lo más natural. «Otra cosa es hacerlo con la permanente intención de compartirlo, porque se convierte en una vida condicionada por las grabaciones», concreta.

Lucía Sambade, creadora de contenido y madre de trillizas, decidió exponer a sus hijas de 8 años, pero marcando límites. «No me gustan los extremos, si salimos los cinco y nos sacamos una foto la publico, no les tapo la cara pero tampoco enseño todo lo que hacemos». Elorriaga advierte que la privacidad de los más pequeños no siempre se respeta: «Recogimos para el artículo publicaciones especialmente bochornosas, con niños en un orinal, durmiendo o en bañador». Sambade comparte esta opinión, por lo que reserva parte de la vida de Paula, Clara y Nadia. «Hay temas respecto a su salud que prefiero no decir, porque son cosas de ellas y no soy quién para contarlo. Además quiero que la gente que me sigue se tome mi contenido como una desconexión, no voy a enseñar una pataleta».

Contenido para pedófilos y acoso

Abusar de la exposición puede llegar a modificar el comportamiento: «Lo adaptas al efecto que esperas conseguir en la audiencia y puedes hacer cosas solo para transmitirlas, aunque no te apetezcan», apunta Flores. A pesar de que prefiere no ser alarmista, el experto indica que la pérdida de control de las fotografías se encuentra entre los principales riesgos. «Pueden salir de nuestra red y aparecer en lugares con contenido para pedófilos. Lo que a nosotros nos parece una inocente imagen puede convertirse en contenido erótico a ojos de un depredador sexual».

Pero el acoso es otra de las posibles consecuencias. «Las situaciones que compartimos de ellos pueden convertirse en motivo de burla de sus compañeros», detalla Diana Díaz, directora de las Líneas de Ayuda y portavoz de Fundación ANAR. Por ello, a la hora de difundir información sobre los menores conviene seleccionar los contenidos y la frecuencia. «No debemos publicar datos de carácter personal que los puedan identificar como el colegio al que va ni dar localizaciones». Pixelar la cara de los más pequeños y pedir permiso también se encuentran entre sus consejos: «Parece que no se está haciendo y en unos años mi hijo puede considerar que las fotos dañan su autoestima o su imagen».

La legislación, cuestión pendiente

Un cuidado especial en el caso de los niños cuyos progenitores cuentan con grandes volúmenes de audiencia y que se convierten en protagonistas de sus perfiles, una práctica que cuestiona Flores. «Incorporarlos a tan temprana edad a nuestras labores de promoción online es un tema sensible. La pregunta clave es si ganan algo, tenemos que evaluar si compensa». Algunos países ya han adaptado su legislación a esta situación como es el caso de Francia, que tiene una ley específica.

«Garantiza unas condiciones para el menor, como asegurarse que dispone de tiempo para su estudio, su desarrollo o para jugar. Los padres tienen que avisar a la autoridad laboral y el dinero se queda en una cuenta para que los niños puedan gestionarlo al cumplir 18 años», cuenta Ramón Herrera. La falta de regulación en España permite que los progenitores decidan qué hacer con eses ingresos. «La única normativa semejante sería la que regula la actividad de los niños en el cine, pero es de los años 90. Se necesita avanzar en cuanto a legislación», concluye.