Ni la orina alivia la picadura de medusa ni existe el 'corte de digestión'

Francisco Goiri
13/08/2023 Los mitos y falsas creencias sobre el baño y el entorno acuático pueden acarrear intervenciones que no se ajusten a la evidencia científica y pongan vidas en peligro.

No, los manguitos y flotadores no son medios eficaces para prevenir el ahogamiento; verter orina, crema de afeitar o bicarbonato sobre una picadura de medusa no alivia el dolor ni te inmuniza contra el veneno; la bandera roja y amarilla no son trapos de colores para adornar la playa, y mamá, de verdad que no hace falta esperar 2 horas para hacer la digestión antes de darse un chapuzón.

Estos son algunos de los mitos, prejuicios y falsas creencias más recalcitrantes con respecto al baño y a todo lo relacionado con el medio acuático. Por mucho que algunos se asocien con nuestra infancia, o incluso con la España del desarrollismo y el incipiente boom del turismo, perviven contumaces en el imaginario colectivo... y, en algunos casos, peligrosamente agazapados.

"Algunas de estas creencias no son inocuas, ya que pueden dar lugar a decisiones equivocadas o intervenciones que no se ajustan a las evidencias científicas disponibles y, en consecuencia, poner en riesgo la vida de los bañistas". Lo dice alguien que sabe de lo que habla. Se llama Roberto Jesús Barcala Furelos, doctor en Ciencias del Deporte y Enfermería, coordinador del Grupo de Socorrismo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), investigador principal del grupo Rendimiento y Motricidad para el Salvamento y el Socorrismo (Remoss), de la Universidad de Vigo, y alguien que no se cansa, año tras año, de abanderar una labor divulgativa que salva vidas.

Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestran, de hecho, que la divulgación preventiva en la que milita Barcala sigue siendo imprescindible: en 2021 fallecieron en España nada menos que 510 personas (419 hombres y 91 mujeres) a consecuencia de sumersión y ahogamiento en medio acuático. Hasta finales del pasado mes de julio, los fallecidos por ahogamiento en nuestro país se elevaban ya a 222 personas, según las cifras de la Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS).

Y contra los bulos, por arraigados que estén -o, precisamente, cuanto más arraigados estén-, evidencia científica. La revista Educación Médica ha publicado un artículo que, bajo el título Educación sanitaria ante las falsas creencias, mitos y errores en torno a los incidentes acuáticos, dispara contra tanto peligroso mito con la pesada artillería de la evidencia y la documentación científica.

El artículo es fruto de las conclusiones de un grupo de discusión formado por 12 profesionales (urgenciólogos, pediatrías, forenses, enfermeros, socorristas y expertos en fuentes documentales). Nueve de ellos pertenecen al grupo de trabajo Semes-Socorrismo, que coordina Barcala, y que este verano, además, ha difundido en redes sociales, como parte de su campaña divulgativa, un sencillo y esclarecedor documento con 12 preguntas y respuestas frecuentes sobre ahogamiento.

El objetivo último del grupo de discusión y de las conclusiones que han quedado plasmadas en ese artículo es "aportar una información clara y documentada que contrarreste los efectos colaterales de las tradiciones y de las nociones falsas diseminadas popularmente y a través de redes sociales, en especial en la época estival", resume el coordinador de Semes. Tan pernicioso es el catálogo de errores como lo que Barcala define como "efectos colaterales" de esos errores.

La primera conclusión es que nadie es inmune al mito. Los más difundidos -y los más tercos, a veces- anidan en el común de los bañistas, replegados en la heredada tradición de muchas tardes estivales, pero el artículo identifica también errores que firman los reguladores de espacios e instalaciones acuáticas y los responsables políticos, e incluso parte del personal sanitario y de los socorristas.

"Hay conceptos obsoletos: no hay 'casi ahogados', como no hay 'casi infartados' ni 'casi embarazadas"

¿Cómo? ¿También quienes velan por nuestra seguridad sucumben a los prejuicios? Barcala se apresura a aclarar que, en el caso de sus colegas, no se trata tanto de falta de conocimientos como de "actualizar la última evidencia científica disponible, en muchos casos desde el punto de vista terminológico", e inmediatamente pone un ejemplo. "A veces se sigue utilizando el término casi ahogado para referirse a una persona que sobrevive a un incidente acuático, cuando es un concepto totalmente obsoleto. No hay casi ahogados, como no hay casi infartados o casi embarazadas. El ahogamiento es un proceso que tiene varios grados, desde la supervivencia hasta el fallecimiento".

Y desconocer esa gradación, apunta el coordinador de Semes-Urgencias, no es baladí, porque puede generar dudas sobre el tratamiento necesario: "Las personas con síntomas leves suelen recuperarse con facilidad, pero a aquellas que estén desorientadas, tengan una clara disminución del nivel de conciencia o dificultad respiratoria, hay que derivarlas a un servicio de Urgencias y deben ser tratadas como ahogadas". Aunque, en puridad, no lo estén.

Tan potencialmente peligrosa como la anterior es otra falsa idea que aún alienta en parte del personal de urgencias acuáticas: la persona que se ahoga pide ayuda. Pues, mire usted, no siempre, y éste, según Barcala, es un error que han ayudado a difundir el cine y las redes sociales, "donde es habitual ver que las personas que se están ahogando gritan, mueven desaforadamente los brazos y piden ayuda".

Desde un punto de vista preventivo, esa falsa imagen puede generar "sesgos" a la hora de identificar a posibles víctimas. Según las conclusiones del artículo, la persona que se ahoga suele hacerlo en silencio, porque concentra toda su atención y esfuerzos en mantenerse a flote, sacar la cabeza del agua y respirar. Una víctima puede desaparecer de la superficie del agua en apenas 90 segundos, y "reconocer a tiempo que se está ahogando -dice Barcala- es un reto para socorristas, ya que, incluso, se puede confundir con actividades lúdicas".

Más conocidas, extendidas y populares, pero, en ocasiones, tan peligrosas como las que afectan a socorristas y personal sanitario, son las creencias arraigadas entre usuarios y bañistas. El archiconocido corte de digestión es, según Barcala, un clásico estival tan recurrente como infundado... y ahí sigue.

Semes se reivindica como "interlocutor clave" para la calidad en urgencias
"Ni siquiera yo me libro de él -dice entre risas-. Mi madre me hacía esperar tres horas después de comer, porque en Galicia el agua está más fría, Cuando se lo recuerdo, me dice: vale, tres horas a lo mejor no, pero qué menos que hora y media, que es el tiempo que ahora les aconseja esperar a sus nietos".

Se lo cuenta a DM como se lo ha contado decenas de veces a su madre: "El problema no es la ingesta de alimentos, sino evitar el golpe térmico que puede provocar la diferencia entre la temperatura exterior y la del agua". Y para eso no hay fórmulas mágicas, sino sentido común: "Entrar progresivamente en el agua para adecuar la temperatura corporal, sobre todo si llevamos tiempo bajo el sol".

Sustituir los manguitos y flotadores por un chaleco salvavidas es otra de las recomendaciones que el artículo dirige a la ciudadanía, porque los dos primeros "no previenen el ahogamiento por sí solos, ya que no garantizan que las vías respiratorias queden fuera del agua en todo momento". Su uso como medida preventiva exclusiva puede generar, además, "una falsa sensación de seguridad en los bañistas y una confianza infundada en padres y cuidadores".

Bandera roja: o todos o ninguno
En el caso de los gestores, autoridades y responsables políticos, se ha instalado la idea -peligrosamente generalizada- de que el trabajo de los socorristas es rescatar personas del agua, un mantra que, según Barcala, impacta directamente contra la esencia de su trabajo: la prevención. "El 99% de las acciones de socorristas y personal sanitario es preventiva e informativa, y eso ni tiene visibilidad ni se contabiliza en las estadísticas, pero es vital, porque el mejor rescate es el que no se realiza", sentencia el investigador del grupo Remoss.

Barcala alerta de que la contrapartida de este falso mito es que "puede llevar a pensar que en esta playa no hacen falta socorristas porque no se ahoga nadie, cuando la ecuación es exactamente la contraria: no se ahoga nadie porque hay socorristas y su labor preventiva, informativa y anticipativa es muy buena".

En materia de regulación, los expertos advierten también contra una tentación que, últimamente, parece muy extendida en redes sociales: las banderas roja y amarilla rigen para el común de los bañistas, pero no para deportistas (nadadores de aguas abiertas, surfistas...) que necesitan determinadas condiciones de viento y olas. Y no, puntualiza Barcala, en absoluto: "Estas prácticas, por muy profesionales que sean, no eximen del cumplimiento de las normas y, desde luego, no garantizan inmunidad alguna. Más bien al contrario: a mayor y más continuada práctica, más exposición y, por tanto, mayor riesgo".