Proteger la infancia es proteger la salud

Carmen Fernández Fernández
18/04/2021El maltrato intencional a menores de 18 años tiene muchas formas: maltrato físico, cuando de forma deliberada se daña o pone en riesgo su integridad física; abuso sexual (tocar, mantener relaciones sexuales, explotar sexualmente o usar para material pornográfico); maltrato emocional (atacar su autoestima, reprender continuamente, aislarlo, ignorarlo, rechazarlo...); abandono (no proporcionar alimentos, refugio, supervisión, educación o atención sanitaria).

Y a menudo se produce en el entorno familiar del niño. De esto saben mucho los pediatras, médicos de Familia, urgenciólogos, psicólogos, psiquiatras, etc…porque el maltrato tiene una repercusión directa en la salud mental y física de los menores afectados, en los sistemas sanitario y social y en la sociedad.

Por ese motivo hay que reivindicar la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, cuyo Dictamen de la Comisión de Derechos Sociales y Políticas Integrales de la Discapacidad se discutió el jueves en el Congreso de los Diputados, como una ley sanitaria.

Tiene como objeto "garantizar los derechos fundamentales de los niños, niñas y adolescentes, su integridad física, psíquica, psicológica y moral frente a cualquier forma de violencia (...) estableciendo medidas de protección integral, que incluyan la sensibilización, la prevención, la detección precoz, la protección y la reparación del daño en todos los ámbitos en los que se desarrolla su vida". Es decir, trata de garantizar la salud de los menores. El texto de esta norma, la única apadrinada por el ex vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante su mandato al frente del Ministerio de Asuntos Sociales, se aprobó, además, con un amplio consenso: 268 votos a favor, 57 en contra y 16 abstenciones.

La norma también será conocida como ley Rhodes, por James Edward Rhodes, un pianista británico residente en España que contribuyó a conciencias sobre este problema con el libro –Instrumental. Memorias de música, medicina y locuras- sobre los abusos sexuales que sufrió cuando tenía cinco años y tras los cuales sufrió graves problemas de salud mentales y físicos.

Se ha destacado de esta ley, tramitada de urgencia y que aún tiene que concluir su proceso de aprobación (ahora pasa al Senado, donde se espera algún que otro cambio), que sitúa a España a la vanguardia de la protección de los derechos de los niños.

A la espera de los detalles que finalmente se publicarán en el BOE, de entrada hay que insistir en que es un claro ejemplo de salud en todas las políticas, un enfoque que considera sistemáticamente las implicaciones sanitarias de todas las decisiones políticas en todos los sectores, en línea con los principios de Alma Ata, la Carta de Ottawa, el Informe final de la Comisión sobre los determinantes sociales de la salud y la Declaración política de Río sobre los determinantes sociales de la salud. La salud no es algo aislado y propio exclusivamente del sector sanitario sino que depende del desarrollo social, económico y ambiental.

Otras de las cosas que aportará esta ley es que tendrá en cuenta lo que defienden los pediatras de atención primaria: “No producir más daño. Evitar el daño producido al relatar la violencia que han sufrido una y otra vez (evitar la revictimización) mediante la práctica de una única declaración en sede judicial lo antes posible, grabada, con todos los derechos procesales (prueba preconstituida), y que no tendrá que volver a repetir”, y que “es necesario rechazar el uso del supuesto Síndrome de Alienación Parental cuando existe rechazo de un NNA (menores en situación de vulnerabilidad) hacia uno de sus progenitores”.

Convendría tener siempre presente, en los ámbitos familiar, sanitario, los servicios sociales, la educación y todos los sectores sociales, políticos, económicos y medioambientales, esta cita de Nelson Mandela (Informe mundial sobre la violencia y la salud, OMS, 2002): “A nuestros hijos, los ciudadanos más vulnerables de cualquier sociedad, les debemos una vida sin violencia ni temor. Para garantizarla hemos de ser incansables en nuestros esfuerzos por lograr la paz, la justicia y la prosperidad no solo para los países, sino también para las comunidades y los miembros de una misma familia. Debemos hacer frente a las raíces de la violencia. Solo entonces transformaremos el legado del siglo pasado de lastre oneroso en experiencia aleccionadora”.