Los parámetros electrofisiológicos, como la polisomnografía permiten definir los estados de sueño y de vigilia, mediante el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG) y el electromiograma (EMG). Así podemos registrar la movilidad ocular y los cambios en las ondas cerebrales que se producen durante el sueño.
Del estado de vigilia, caracterizado por ondas beta de 13 a 17 ciclos por segundo (c.p.s.) se va pasando a la relajación con ondas alfa entre 8 y 12 c.p.s., a continuación sigue la Fase 1 del sueño, seguida de la Fase II con ondas theta de 4 a 7 c.p.s. y va haciéndose más y más profundo en la Fase III, hasta un grado de máxima profundidad, que se conoce como Fase 4, donde predominan las ondas delta de 1 a 3 c.p.s. En esta fase la frecuencia cardíaca y respiratoria, el tono muscular y la presión arterial están intensamente disminuidos.
A continuación el sueño pierde profundidad y regresa casi al estado de vigilia – relajación, donde aparece una nueva fase conocida con el nombre de Fase REM (Rapid Eye Movement), caracterizada por unos movimientos oculares rápidos y un marcado incremento de la actividad cerebral, que contrasta con la gran disminución del tono muscular en el resto del cuerpo.
Durante la fase REM la actividad eléctrica en el cerebro es especialmente alta y se asemeja a la del estado de vigilia, igualmente ocurre con la frecuencia y la profundidad de las respiraciones que también están aumentadas, sin embargo el tono muscular está deprimido, siendo todavía inferior al detectado en las fases más profundas del sueño.
Conforme avanza la noche y cada 90 minutos se van repitiendo los ciclos, pero disminuyen los tiempos destinados a las Fases 3 y 4 y aumentan el de la Fase REM, durante la que realizamos los sueños, sin embargo el sonambulismo, el hablar dormido y los miedos nocturnos ocurren básicamente en las fases 3 y 4, donde predominan las ondas delta y la mayor profundidad del sueño.
La fase REM sin embargo se mantiene bastante estable desde la infancia hasta el final de la vida y ocupa al menos el 20 - 25% del tiempo de descanso, a pesar de que pueda disminuir tanto la profundidad como la duración total del sueño.
Conforme el sueño progresa se va produciendo una serie de limitaciones en la recepción de la información sensorial que ayudan a dormir. El bloqueo de los sentidos y la parálisis muscular impiden que representemos físicamente aquello que soñamos. Estas limitaciones se vuelven más intensas cuanto más profundo es el sueño, por ello el despertar durante esas fases y especialmente en la fase REM, donde se producen los sueños, provoca gran desorientación y confusión. Sigue...
