Etimológicamente “apnea*” significa falta o privación de aire y se atribuye a un conjunto de problemas, que cursan con alteraciones en el ritmo de la respiración.
Esta respiración se detiene repetidamente (hasta 500 o 600 veces) durante el sueño y es suficiente como para provocar un marcado incremento del anhídrido carbónico en la sangre, con el consiguiente déficit en la oxigenación del cerebro.
El origen de la Apnea suele deberse habitualmente a fenómenos obstructivos a nivel de la garganta o en las vías respiratorias superiores. Lo más frecuente es observar en los pacientes con apnea del sueño un aumento del volumen en el diámetro del cuello por acumulación de grasa o de otras estructuras, aunque con menor frecuencia también puede darse una apnea de origen central, como consecuencia de una alteración funcional en los centros cerebrales que controlan la respiración.
A veces se pueden sumar ambos procesos, dado que la apnea obstructiva provoca bajas concentraciones de oxígeno en sangre y altas de anhídrido carbónico. Cuando actúan de forma prolongada, pueden reducir la sensibilidad cerebral, alterar su funcionalidad y hasta mantener una responsabilidad directa en los ataques cardíacos nocturnos. Sigue...
