¿QUÉ DEBEMOS COMER?

Básicamente debemos asegurar lo que nuestro organismo necesita: agua, glucosa, aminoácidos, fibras, ácidos grasos, minerales y vitaminas, pero en las cantidades y en las proporciones adecuadas a nuestra especie.

Los primates desde al menos 6 millones de años han venido nutriéndose a base de verduras de hoja, brotes tiernos, cortezas, algas, bayas, semillas, frutas silvestres e insectos, sin renunciar puntualmente a tubérculos, raíces y todo lo comestible que se ponía a su alcance, como moluscos, crustáceos, peces, anfibios, huevos, aves, carroña e incluso piezas de caza mayor, pero siempre manteniendo unas proporciones entre los nutrientes ajustadas a nuestra especie.

Con el paso de los años e innumerables procesos experimentales de ensayo-error, hemos aprendido de nuestros mayores e incorporado a nuestra cultura gastronómica cientos de combinaciones de ingredientes aptos para servirnos de alimento.

Somos omnívoros y todas las fórmulas culinarias, que han recibido el refrendo de la comunidad y han seguido utilizándose en la alimentación humana, son útiles para el hombre actual, bien sean solas o asociadas con otros alimentos.

Ninguna receta tradicional es absolutamente mala ni debe ser prohibida, antes bien todas pueden ser buenas si se las combina adecuadamente. De la misma reflexión se puede concluir que ninguno de los actuales “ingredientes estrella” son en realidad productos extraordinarios ni imprescindibles para la consecución de la salud. Sigue...

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¿CÓMO DEBEMOS COMER?

Hay que comer despacio, masticando e insalivando los alimentos antes de introducirlos en el aparato digestivo, que está preparado para extraer los nutrientes necesarios para la supervivencia. El proceso de la digestión es complejo y en él intervienen elementos físicos, químicos y biológicos, que en conjunto y con la estrecha colaboración de nuestra "microbiota", hacen viable la obtención de todos los nutrientes y su absorción por el organismo.

Estas características ponen de manifiesto la importancia vital de la acción conjunta de todo el aparato digestivo para asegurar una nutrición correcta, ya desde el inicio con la masticación e insalivación preparatorias para las posteriores reacciones gastrointestinales.

Los alimentos ingeridos deben ser degradados para permitir la absorción de todos sus elementos, por ello es muy relativa la importancia práctica de que los alimentos tengan un determinado origen, texturas y sabores sofisticados o un precio más o menos elevado, mientras contengan. los macro y micronutrientes que necesitamos.

Nuestra forma de sentir y de pensar está muy relacionada con nuestra alimentación y por eso “estamos según comemos”. El sistema nervioso entérico es el productor del 90 % de la hormona serotonina (Ver), también llamada hormona de la felicidad y por eso con el estómago lleno nos sentimos de buen humor, hay ganas de reír, cantar y bailar, pero si está vacío, nuestro comportamiento se torna agresivo. Por el contrario, si estamos estreñidos, manifestamos malestar e inquietud y si la digestión es pesada, nos encontramos adormilados y no podemos concentrarnos. Sigue...

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¿CÓMO DEBE SER LA DIETA IDEAL?

Una dieta ideal para la especie humana debe garantizar los nutrientes necesarios para el desarrollo de todas las funciones orgánicas, garantizar la salud  y permitir además controlar el sobrepeso (Ver) y la obesidad (Ver) 

Las dietas hipoprotéicas (pobres en proteínas)  ponen en riesgo la renovación celular, las defensas, las hormonas y por ende la supervivencia del individuo.

Las dietas sin hidratos de carbono impiden la obtención directa de glucosa, destinada al alimento de las células en general y de las neuronas en particular.

Las dietas pobres en calorías nos hacen pasar hambre y se oponen al instinto de conservación, que ha sido y sigue siendo el pilar básico para la supervivencia de los individuos y de las especies. 

Las dietas hiperprotéicas son antinaturales, por tratar de alimentar como a carnívoros a los que, por imperativo genético, somos omnívoros. Además debemos tener en cuenta los efectos perniciosos derivados de la restricción de hidratos de carbono, tales como la falta de glucosa resultante y su sustitución por cuerpos cetónicos, derivados del metabolismo anómalo de grasas y proteínas.

Las dietas disociadas, que separan los hidratos de las proteínas. son artificiosas y ajenas a nuestra historia nutricional, porque la mayoría de los ingredientes naturales como: lácteos, algas, verduras, frutos secos, legumbres, etc. tienen esos macronutrientes asociados y por eso su diseño artificioso tarde o temprano pasa factura. 

Tampoco es propio de seres racionales renunciar a seguir rigiéndonos por las sensaciones de hambre y de saciedad, al igual que los individuos de cualquier otra especie animal, que vive en libertad, come a voluntad los productos tradicionales, propios de su especie y no tiene problemas de salud. Sigue...

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¿QUÉ CANTIDADES DEBEMOS COMER?

Existe un cierto consenso entre los nutricionistas en que:

1.-El humano adulto en estado de reposo necesita “1 kilocaloría por kilo de peso y hora”, ampliable hasta cuatro veces, en función de un mayor consumo por la actividad desarrollada.  

2.-Los lactantes hasta los 6 primeros meses necesitan entre “4 y 5 kilocalorías por kilo de peso y hora”.

3.-Las embarazadas a partir del 5º y 6º mes y las madres lactantes deben incrementar entre un 25% y un 30% el aporte energético.

No hay acuerdo para establecer las cantidades “óptimas” de energía y menos aún la proporción ideal entre los macronutrientes: (hidratos, proteínas y grasas).  

Los nutricionistas de Dyética, basados en la dieta Paleolítica y en su experiencia clínica durante más de 20 años, han optado por las siguientes proporciones, en cuanto a los porcentajes sobre el peso neto de nutrientes: HIDRATOS 48%, PROTEÍNAS 36% Y GRASAS 16%.

Estos cálculos aplicados a un adulto en reposo se concretan en:

-1,33 grs. de hidratos de carbono por kilogramo de peso ideal

-1,00 grs. de proteínas de alta calidad                            

-0,33 a 0,50 grs. de grasa                                               

La energía para la supervivencia varía sensiblemente desde el reposo a las situaciones de mayor actividad física y en circunstancias ambientales de baja temperatura. Sigue...

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¿ENGORDAMOS POR COMER DEMASIADO?

Los humanos han utilizado su instinto de supervivencia, durante toda su historia,  basados en las enseñanzas de sus mayores y en su propia experiencia, sin sufrir problemas de sobrepeso ni tener que someterse a una actividad física extra para mantenerse en forma. 

Ahora nos están haciendo creer que padeceremos obesidad si no reprimimos nuestro deseo instintivo de comer y no nos “hostigamos” en el gimnasio.  

¿Pertenecemos acaso a la única especie animal que, para no engordar, necesita seguir unos comportamientos artificiosos, en vez de seguir sus instintos primitivos?

¿Quién les restringe al bisonte, al águila o al león la cantidad de comida, que deben ingerir o quién les obliga a trabajar en el gimnasio para que no acumulen grasa?

A nadie se le ocurre restringirle al bebé las cantidades de leche materna ni someterle a una actividad física extra en evitación del sobrepeso, porque el alimento proporcionado por la madre es un compuesto equilibrado, diseñado específicamente por la naturaleza y, por lo tanto óptimo para el lactante. La experiencia nos confirma que, sirviéndose el lactante de este alimento a voluntad y sin restricciones, no se provocan desequilibrios hormonales ni acumulación de grasas y le aportan todos los nutrientes que precisa el bebé para su perfecto desarrollo. Sigue...

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