Recomendaciones para abordar el impacto de la soledad y la salud mental en los mayores

Carlos Sierra

17 de agosto de 2021 La "epidemia de la soledad" es uno de los principales retos actuales a los cuales se enfrentan los sistemas de salud de diversos países, principalmente aquellos del primer mundo. Un nuevo estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) analizó este problema y propone recomendaciones para afrontar la soledad no deseada y el aislamiento social en personas mayores de España, Portugal y Suecia.[1]

El paulatino incremento del número de personas de 65 o más años es una tendencia confirmada en muchos países, especialmente en los del primer mundo, hasta el punto de ser considerado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un fenómeno global. En Europa, actualmente la población mayor representa más de 25% del total, y se prevé que en 2050 sobrepase a la de adolescentes y jóvenes entre 15 y 24 años, lo que implica un importante cambio de la pirámide poblacional. En España los datos son muy similares, ya que una de cada cinco personas tiene 65 años o más y, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados en septiembre de 2020, se prevé que el porcentaje continúe creciendo hasta alcanzar 31,4% en 2050.

Por ello, la correcta gestión del envejecimiento demográfico es uno de los principales retos a los que se enfrenta la sociedad actual. Para lograrlo se requieren implementar actuaciones concretas, principalmente en términos de cuidados y servicios asistenciales sociales y de salud, siendo imprescindible tomar conciencia de que una mayor longevidad no siempre va acompañada de una buena calidad de vida.

La relación entre el aislamiento social y la soledad no deseada con la salud mental
Uno de los desafíos más relevantes de esta nueva realidad es ocuparse de lo que se ha denominado "epidemia de la soledad", es decir, el impacto negativo que la soledad no deseada y el aislamiento social tienen en la salud mental y la calidad de vida de las personas mayores. En España, 20% de las personas mayores de 65 años declara padecer niveles altos de soledad, 25% de aislamiento social y uno de cada cuatro sufre depresión.

La soledad no deseada es una percepción subjetiva resultado de la discrepancia entre las relaciones que se desean tener y las que se tienen, pero no necesariamente implica una falta de contactos sociales. Por otro lado, el aislamiento social consiste en contar con unas redes sociales débiles, bien en términos de tamaño y proximidad, bien de frecuencia de contacto, de apoyo emocional, etc. Los efectos en la salud de la soledad no deseada y del aislamiento social son comparables a los de la obesidad, la inactividad física o el consumo de tabaco, tres de los problemas sanitarios que más gasto conllevan para los sistemas nacionales de salud.Es dentro de este contexto en dónde se engloba el proyecto de investigación QASP (Quality of Life an Ageing in Spain, Sweden and Portugal), liderado y financiado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) cuyo objetivo es investigar el envejecimiento activo y saludable y la calidad de vida de personas mayores en tres países europeos, dos del sur, España y Portugal, y uno del norte, Suecia.[1] Para ello, analiza en el tiempo los datos de estos tres países, partiendo de la base europea SHARE (Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe), que permite análisis longitudinales para observar cómo ciertas dimensiones del envejecimiento activo y saludable se asocian a una mejor calidad de vida de las personas mayores pasados los años.

Resultados obtenidos
QASP no ha finalizado todavía, lo hará a finales de 2021, pero en sus dos años y medio de vida ya ha dado lugar a seis artículos científicos y un capítulo de libro.

Los resultados obtenidos reflejan que en Europa cerca de 12% de las personas mayores declara tener niveles altos de soledad o de aislamiento social. En España, estos valores son más altos, situándose en 20% y 25% respectivamente. "Las características principales de las personas que declaran sentirse solas son las de ser mujer, tener edad elevada, de bajo nivel educativo y renta, con problemas de salud física y mental, deterioro cognitivo y sensorial y, consecuentemente, bajos niveles de calidad de vida. Estas características son similares a las de las personas que declaran aislamiento social, aunque este se observa mayoritariamente en los hombres", explicó a Univadis España la Dra. Maria João Forjaz, investigadora del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del ISCIII y coordinadora del proyecto.

Por otro lado, la salud mental es uno de los factores que más contribuyen a la calidad de vida en las personas mayores. En España, una de cada cuatro personas mayores de 65 años sufre depresión y presenta una calidad de vida hasta 17% menor que las personas sin este problema de salud.

Para abordar los problemas asociados a la soledad y la mala salud mental, que con frecuencia padecen las personas mayores, "es necesario adoptar medidas urgentes que involucren a toda la sociedad, con la implicación, participación y protagonismo de las propias personas mayores, para así promover un buen estado de salud y calidad de vida en este grupo poblacional", declaró a Univadis España la Dra. Carmen Rodríguez, investigadora del CNE-ISCIII también participante en el estudio.

Recomendaciones
El proyecto QASP, además de generar este conocimiento para la comunidad científica, tiene como misión trasladar recomendaciones basadas en ese conocimiento a diferentes órganos de gestión sanitaria y social que trabajan para las personas mayores, para quienes ha desarrollado un policy brief que se ha hecho público a mediados de julio.Desarrollar mecanismos de detección precoz de los problemas de soledad y aislamiento social en personas mayores, mediante una adecuada coordinación de los servicios sociales y sanitarios y la creación de figuras profesionales dedicadas a ello.

Emprender programas de apoyo para las familias que contemplen, entre otras cuestiones, tiempos de respiro y formación en cuidados de personas mayores y autocuidados, con el objetivo de facilitar la conciliación laboral/familiar y fortalecer las redes familiares de las personas mayores.

Facilitar la puesta en marcha de programas de apoyo social comunitario, de educación permanente y de promoción de relaciones intergeneracionales, a través, por ejemplo, de organizaciones de participación social y comunitaria, con el fin de mitigar la soledad y el aislamiento social entre personas mayores.

Impulsar la utilización de tecnologías de cuidados a distancia y desarrollar acciones para reducir la brecha digital entre las personas mayores por medio de las tecnologías de la información y de la comunicación virtual, con el fin de facilitar las relaciones sociales y el fortalecimiento de sus redes.

Por otro lado, para abordar los problemas de salud mental en personas mayores, el documento recoge las siguientes acciones:

Fomentar la evaluación y detección precoz del malestar emocional de las personas mayores, particularmente de depresión y ansiedad, además de déficits sensoriales, dotando a los profesionales de los servicios sociosanitarios de los conocimientos y recursos necesarios para ello.

Organizar actividades integrales y multidimensionales que estimulen las capacidades físicas, cognitivas, psicológicas y sociales, adaptadas a las especificidades y condiciones de cada persona, con especial atención a aquellas más vulnerables.

Desarrollar intervenciones sobre la enfermedad crónica y el malestar emocional orientadas a la mejora del estado de salud general de las personas mayores, promoviendo la continuidad del cuidado y la acción de equipos multidisciplinares que trabajen por mantener niveles óptimos de estado funcional, prevenir enfermedades y controlar, revertir o retrasar el deterioro físico, sensorial y cognitivo.

Favorecer las intervenciones orientadas a capacitar a las personas mayores para que participen de forma activa en todas las fases de los programas de cuidado y promoción de la salud física y mental, contribuyendo a que se sientan valoradas, útiles y tengan un propósito de vida.