La dieta proinflamatoria aumenta el riesgo de sufrir cáncer de páncreas

Carmen Fernández.

11/03/2022 El estudio EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition), que se inició en 1992, se está realizando en 10 países europeos (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Holanda, Italia, Noruega, Reino Unido, Suecia) y proporciona datos de 450.112 personas de poblaciones con una gran variabilidad de consumo y de hábitos alimentarios, sigue arrojando evidencia sobre la relación entre una dieta proinflamatoria y el cáncer.

A estudios dentro del EPIC sobre esa relación en el cáncer de mama, de estómago y de colon y recto, se suma ahora otro sobre cáncer de páncreas, mientras se ultiman los resultados del relativo al cáncer de esófago.

Los datos del nuevo estudio confirman, por primera vez en la literatura médica, la asociación positiva entre la dieta proinflamatoria y la posibilidad de desarrollar un cáncer de páncreas. Otros estudios intentaron demostrarlo antes pero sin demasiado éxito. No obstante, la investigación debe continuar, explica a este diario la investigadora principal del estudio y miembro de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología (ICO) y del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell), los dos en Hospitalet de Llobregat, Paula Jakszyn.

A su juicio, no hay que cambiar el diseño del proyecto sino ampliar la muestra, porque los 1.239 casos de cáncer de páncreas diagnosticados dentro del EPIC no son suficientes para para poder hacer subgrupos (fumadores o no, mayores o jóvenes,…) con un valor estadístico destacable y, con ello, realizar más comparaciones. Cree que unos 4.000 o 5.000 casos sería un volumen mejor para reforzar los resultados ya obtenidos. También opina que sería bueno introducir datos sobre las variaciones (o modificaciones) en la dieta a lo largo del tiempo para ver cómo influyen.

Grasas, azúcares, carbohidratos...
En la dieta proinflamatoria se consumen cantidades elevadas de alimentos que están asociados a mayor riesgo de inflamación, que es una respuesta del sistema inmunológico al daño celular. Esto puede predisponer al cuerpo a sufrir algunas enfermedades cómo pueden ser la diabetes, las afectaciones cardíacas o, incluso, algunos trastornos intestinales. Así pues, el abuso de las grasas, los azúcares, los carbohidratos, las carnes procesadas, los aceites y el alcohol pueden producir este efecto proinflamatorio ya que, a veces, la ingesta de este tipo de alimentos va acompañada de dietas bajas en consumo de frutas y verduras.

En el estudio sobre dieta y cáncer de páncreas, una vez analizado el potencial inflamatorio de la alimentación (analizada de manera global) de todos los participantes, se comparó con el tipo de dieta que realizaron, en concreto, los que acabaron desarrollando un cáncer de páncreas.

El estudio del potencial inflamatorio de su dieta se hizo a través de unas puntuaciones de la capacidad inflamatoria que tienen algunos alimentos, nutrientes y/o condimentos. Aquellas personas que tenían mayor índice de puntuación inflamatoria en su dieta también resultaron ser las de mayor riesgo de desarrollar un cáncer de páncreas. Es decir, la puntuación inflamatoria final resultó ser más baja en los sanos.

Factores de confusión bajo control
Jakszyn destaca que en el modelo estadístico para evaluarlo se tienen en cuenta factores de confusión (consumo de tabaco, obesidad, cáncer hereditario, pancreatitis y consumo de alcohol) para garantizar que la relación con el cáncer de páncreas sea con la dieta proinflamatoria. “El diseño del estudio es muy bueno”, asegura, aunque reconoce que no es posible controlarlo todo al 100%.

La investigadora manifiesta, asimismo, que este estudio debe tener implicaciones clínicas; por un lado, porque el cáncer de páncreas es una enfermedad con una supervivencia muy baja; y por otro, porque la población de riesgo se puede beneficiar no ya de un cambio de dieta sino en el estilo de vida en general (sedentarismo, hábito tabáquico, etc…).

También apunta que, al hablar de dieta proinflamatoria, no hay que echar la culpa a alimentos concretos, porque se trata de un patrón: hay que ver la dieta de forma global.