Covid-19, una excusa de peso para adelgazar

J. R. Zárate
04/ 06 / 2020 Hace dos semanas, el equipo de Antonio Iannelli, del Hospital Universitario de Niza, en Francia, se hacía eco en Obesity Surgery de los resultados del grupo de estudio Lille Intensive Care Covid-19 and Obesity, publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology: una alta frecuencia de obesidad entre los pacientes ingresados en cuidados intensivos por SRAS-CoV-2.

La gravedad de la enfermedad aumenta con el IMC. Y en un amplio informe publicado en JAMA sobre 5.700 pacientes de Nueva York hospitalizados por Covid-19, la hipertensión, la obesidad y la diabetes estuvieron presentes en el 56,6%, 41,7% y 33,8%, respectivamente. “Se puede especular -según Iannelli- que la obesidad es responsable de la hipertensión y la diabetes, que a su vez son responsables de la gravedad de la enfermedad. Sin embargo, el problema también puede tomarse en sentido contrario, ya que el tejido adiposo es una fuente importante de moléculas inflamatorias, incluida la IL-6, que pueden agravar el SRAS-CoV-2”.

Numerosos estudios de todo el mundo han advertido de que el 50% de las pacientes en UCI por Covid-19 eran obesos. En Wuhan (China), un estudio comprobó que la mortalidad general en los pacientes obesos ingresados en UCI se disparó hasta el 85%. Y en Estados Unidos, otro análisis publicado en Obesity entre los menores de 60 años ingresados concluyó que los que presentaban un índice de masa corporal (IMC) de entre 30 y 35 kg/m2 (obesidad grado I) tenían dos veces más posibilidades de ingresar en UCI que las personas con peso normal; y en los que presentaban un IMC superior a 35 kg/m2 esta probabilidad aumentaba hasta 3,6 veces.

Afinidad por el tejido adiposo
Existen numerosas razones fisiológicas por las cuales la obesidad puede tener efectos adversos en Covid-19, enumeraba un análisis de, entre otros autores, Carl J. Lavie, de la Universidad de Queensland, en Nueva Orleans, y Fabián Sanchís Gomar, de la Universidad de Valencia, en Expert Review of Endocrinology & Metabolism. El SRAS-CoV-2 penetra en las células humanas mediante la unión con la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), que está expuesta en la superficie de muchos tipos de células. Las personas con obesidad a menudo tienen resistencia a la insulina y actividad desequilibrada del sistema renina-angiotensina-aldosterona, que puede ser importante para promover una enfermedad más grave en Covid-19. Aunque se considera que ACE2 en el tejido pulmonar es un sitio de entrada principal del virus, la expresión de ACE2 en el tejido adiposo es aún mayor que en el tejido pulmonar, lo que hace que el aumento del tejido adiposo en la obesidad más severa sea extremadamente vulnerable al SRAS-CoV-2.

Además, añaden, “la obesidad se asocia con más enfermedad pulmonar restrictiva basal e hipoventilación, así como con inflamación sistémica de bajo grado. A esta insuficiencia pulmonar se suma el hecho de que la baja aptitud cardiorrespiratoria a menudo está presente en la obesidad y, junto con la adiposidad, es un factor de riesgo importante para el desarrollo de insuficiencia cardíaca, lo que aumenta el riesgo de congestión vascular pulmonar, especialmente en formas más severas de obesidad”.

La Covid-19 también suele ir acompañada de una enfermedad multisistémica, como diabetes, y las personas con sobrepeso y obesidad tienen mayor prevalencia de insuficiencia renal y enfermedad renal crónica, además de tener más riesgo cardiovascular. La obesidad también se asocia con un grado significativo de disfunción endotelial, y la evidencia reciente indica que la infección de células endoteliales en Covid-19 y la adiposidad pueden empeorar el curso clínico de la enfermedad.

Los kilos del confinamiento
Juan Pedro Fernández Corbelle, especialista en nutrición con 34 años de experiencia clínica y miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEO), comenta que “en la actual situación de confinamiento muchas personas han bajado la guardia a la hora de llevar una alimentación responsable y de realizar un mínimo de ejercicio físico”.

Algunas estimaciones indican que en estos dos meses de confinamiento los ciudadanos han engordado una media de 4 a 7 kilos, algunos de ellos hasta 10. “La prevención del sobrepeso -añade Juan Pedro Fernández- es fundamental y debería recordarse a la población tanto como en el lavado de manos o en el distanciamiento físico, porque en la desescalada la gente está deseando hacer vida social y esto puede implicar mayor consumo de alcohol y una alimentación caótica y, por tanto, más obesidad y una multiplicación del riesgo de complicaciones, y muerte por Covid-19”.

La información aportada por los especialistas en medicina interna y cuidados intensivos que vienen tratando a pacientes con Covid-19 señala que en las fases II y III de la enfermedad, las más graves, el sistema inmune se descontrola llevando al organismo a un estado inflamatorio severo donde van apareciendo complicaciones diversas como alteraciones de la coagulación, con formación de trombos, y la afectación de diversos órganos y sistemas. Esta situación de superinflamación en los pacientes más graves ha permitido a los investigadores encontrar una asociación estadística de la obesidad como uno de los principales factores de riesgo de complicaciones y mortalidad.

“Está ampliamente demostrado -explica Fernández Corbelle- que la obesidad ya supone, de por sí, una situación de inflamación del organismo humano. El resultado es que la combinación Covid-19 y obesidad puede ser mortal porque cuando un paciente con sobrepeso llega a la fase de desencadenamiento inflamatorio, se encuentra en un estado avanzado de hiperinflamación y el agravamiento de la enfermedad es prácticamente inevitable”.

Micronutrientes
La conclusión no es muy difícil: hay que evitar ganar peso, y en caso de padecer obesidad hay que poner en marcha un plan de choque para resolver el problema, siempre con parámetros saludables y de la mano de un especialista. Sin embargo, perder peso de forma saludable es un proceso lento que lleva meses. Junto a las medidas conocidas de ejercicio, variedad y moderación nutricional, “otra forma de protegernos ante un posible contagio es la micronutrición y la suplementación nutricional”.

En previsión de otras oleadas, y también por las consecuencias patológicas que se derivan de la obesidad, Fernandez Corbelle indica que “los micronutrientes intervienen en el buen funcionamiento del sistema inmunitario y en la respuesta inflamatoria del organismo humano a las enfermedades infecciosas. El ejemplo más claro es el de la vitamina D: una investigación realizada sobre las primeras autopsias en pacientes de Covid en Turín ha constatado que los fallecidos presentaban niveles ínfimos de vitamina D; posteriormente se ha descubierto que la enfermedad consume significativamente las reservas de dicha vitamina y que los pacientes que presentaban de partida niveles bajos de este nutriente sufren un agravamiento mucho más severo de la enfermedad”.

En casos de déficits nutricionales o de inmunidad debilitada, aconseja vitaminas C, D3 y K2, zinc y cobre, selenio y ácidos omega-3 (EPA y DHA). “La ingesta de estos micronutrientes a través complementos alimentarios debe ser superior a los valores mínimos recomendados porque ya no sólo se trata de estar sanos, sino de preparar a nuestro organismo para poder defenderse de esta enfermedad en caso de contagio”.

Sin excederse
Es imprescindible en tales casos la supervisión de un especialista para poder garantizar el equilibrio adecuado, ya que la suplementación o exceso de algunos de ellos puede generar problemas severos. “Es el caso de la vitamina D, que tiene unos valores máximos permitidos en sangre y si nos pasamos podemos llegar a niveles tóxicos. De ello se deriva la importancia de realizar análisis para conocer el estado previo nutricional e individualizar la suplementación en cada persona”, advierte Fernández Corbelle.

De todos modos, no hay remedios milagrosos ni garantías absolutas. “La micronutrición no va a impedir nunca el contagio de Covid-19 porque hasta que no tengamos una vacuna, las únicas medidas preventivas siguen siendo el lavado frecuente de manos, distanciamiento físico y el uso de mascarillas. Sin embargo, con la nutrición adecuada y la suplementación podemos conseguir que nuestro organismo esté mejor preparado para afrontar la enfermedad en caso de infección”.