LOS RADICALES LIBRES

Los temibles radicales libres son simplemente unas moléculas, que han perdido un electrón y por tanto tienen capacidad para reaccionar con otras moléculas a las que intentarán quitarles un electrón para restablecer el equilibrio eléctrico que habían perdido anteriormente.

Nuestro organismo necesita de los radicales libres, es decir de moléculas inestables y en consecuencia activadas y dispuestas a reaccionar con otras, para así aportar energía a las células a partir de los alimentos, para destruir los microorganismos invasores, para efectuar los procesos metabólicos, para desarrollarse, para revitalizarse, etc.

Los radicales libres son imprescindibles para la vida en unas proporciones adecuadas, pero, como en la mayor parte de las ocasiones, cualquier tipo de exceso se puede volver en contra nuestra y acabar destruyéndonos.

La necesidad del oxigeno para el ser humano está fuera de toda duda, pero la posibilidad de su utilización lleva implícita la formación de radicales libres. La molécula del oxigeno estable que respiramos es prácticamente inactiva, necesita perder un electrón para convertirse en radical libre y poder así combinarse con la glucosa de cuya reacción las células de nuestro organismo van a poder obtener su energía.

RESUMEN TÉCNICO

Nuestras células utilizan la glucosa proveniente de la ingesta de los hidratos de carbono, junto con el oxigeno, obtenido del aire respirado y aportado hasta cada una de las células por los glóbulos rojos presentes en nuestra sangre.

De ahí cada célula extrae la energía que necesita en forma de Trifosfato de Adenosina (ATP) y elimina el anhídrido carbónico (CO2) más el agua sobrante, según la clásica reacción: (Glucosa + Oxigeno = Energía) (ATP + CO2 + H2O).      

Las reacciones con el oxigeno son imprescindibles para la vida y en consecuencia la producción de radicales libres es igualmente indispensable y debe ser constantemente mantenida dentro de unos límites saludables, puesto que tanto los defectos como los excesos afectan negativamente al equilibrio de la vida.

Las reacciones que se inician con los radicales libres se van sucediendo en cascada. Una molécula le roba un electrón a otra y esta a la molécula vecina, la vecina hace lo propio con la de al lado y así sucesivamente, siguiendo una cadena de robos continuados, hasta que algún antioxidante paraliza el proceso y restablece el equilibrio inicial.

El problema de los radicales libres está en relación a que una superproducción de ellos pueda llegar a superar la capacidad del organismo para su estabilización, mediante los antioxidantes naturales, que el organismo fabrica.

Se calcula que hasta un 6% de los radicales formados para los procesos metabólicos escapan de las reacciones y deben ser anulados por el organismo, so pena de producir el llamado “deterioro oxidativo”. Este deterioro consiste en que los radicales libres intentan robar electrones a otras moléculas para obtener su equilibrio y provocan una reacción oxidativa en cadena, hasta que son reducidos por algún elemento antioxidante, que se inmolará en esa función.

Entre las moléculas más sensibles a la acción de los radicales libres se encuentran los ácidos grasos esenciales que constituyen el primer eslabón para la formación de las hormonas autocrinas y son, por su cualidad de ácidos poli-insaturados,  muy fácilmente degradables por los radicales libres.

Recordemos que si los ácidos grasos esenciales son atacados por los radicales libres, sufren un proceso de alteración celular (oxidación) que los inhabilita para la formación de las hormonas autocrinas y esta reducción hormonal puede incidir gravemente en el equilibrio interno y por ende en el estado de salud.

Cuando el objetivo de los radicales son las moléculas de ADN, pueden llegar a producir mutaciones genéticas, que influirán en la fabricación de proteínas alteradas o defectuosas en las replicaciones subsiguientes, situación que conllevará muy serias e importantes consecuencias.

Si los radicales alteran las proteínas haciéndolas más reactivas y estas se unen a moléculas de glucosa, pueden formarse los temibles AGE, cuyas nefastas reacciones vimos anteriormente.

Ante este riesgo el organismo humano tiene desde siempre soluciones muy elementales, entre ellas la producción propia de enzimas antioxidantes, complementada con la aportación sistemática de otras moléculas antioxidantes, que son componentes habituales de la dieta básica del ser humano, tales como las verduras, bayas y frutas, abundantes en cualquier medio natural.

RESUMEN TÉCNICO

Entre los radicales libres derivados del Oxigeno destaca por su frecuencia e importancia el Anión superóxido, que es simplemente una molécula de Oxigeno a la que le falta un electrón, generalmente perdido en alguna reacción con moléculas de hierro. La enzima dismutasa superóxida  es la encargada natural de transformar los aniones superóxido en Peróxido de hidrogeno para que otras enzimas como  la enzima catalasa y el peróxido glutatión terminen reduciéndolos a agua, que será eliminada por vía renal.

 

La solución natural del organismo para contrarrestar la producción de radicales libres es en principio la formación de las enzimas antioxidantes. Con cierta frecuencia esta aportación no resulta suficiente, sobre todo cuando el metabolismo está muy activo y en consecuencia se incrementa el consumo de oxigeno, que es el principal productor de los radicales libres.

Con frecuencia los seres vivos sufrimos circunstancias de gran estrés físico y psíquico, relacionadas con trabajos y esfuerzos de mayor intensidad de lo habitual, necesarias para superar situaciones de conflicto físico o psíquico, típicas del individuo humano en la lucha por la vida.

Estas situaciones se ven compensadas con la aportación normal de micronutrientes tan abundantes en la naturaleza como la vitamina C y la vitamina E. Ellas consiguen frenar la reacción en cadena de los radicales libres pereciendo en su misión antioxidante, razón por la que debemos reponerlas de forma continuada y sistemática.

La propia naturaleza, a través de la evolución nos permite adaptarnos a las condiciones del medio ambiente, pero a su vez nos hace dependientes de las soluciones adaptativas, que hayamos implementado en nuestro esfuerzo por la supervivencia.

Cuanto más nos movemos, mayor consumo de oxigeno necesitamos, más radicales libres producimos y en consecuencia mayores son nuestras necesidades de alimentos y de antioxidantes.

 La dieta básica del “homo sapiens”, animal primitivamente recolector y eventualmente cazador, contempla una ingesta con abundante participación de verduras, frutas y semillas, fuentes muy ricas en las vitaminas C y E, magníficos antioxidantes, que complementando a las enzimas antioxidantes de producción propia, van a cubrir los incrementos de radicales libres, derivados de una mayor actividad que conlleva un mayor consumo de oxigeno.

Parece ser que la facilidad para obtener las vitaminas C y E del entorno habitual del ser humano, que garantizan una abundante presencia de estos antioxidantes naturales, ha condicionado a nuestra especie a no necesitar fabricar las suficientes enzimas antioxidantes requeridas y depender de las verduras de hoja, brotes tiernos, bayas, frutas y semillas, ricas en dichas vitaminas antioxidantes.

Aunque el ser humano actual se crea absolutamente libre de elegir un tipo u otro de alimento según su libre albedrio y quiera dejarse guiar únicamente por la improvisación y el capricho a la hora de optar por la comida, la cruda realidad es que estamos predeterminados genéticamente a suministrarnos con regularidad los macro y micronutrientes en cantidades y proporciones adecuadas, es decir, a alimentarnos como lo hacían nuestros antepasados, quienes consiguieron sobrevivir, procrear y trasmitirnos su herencia genética hasta nuestros días.

NOTA: Los editoriales no pretenden tratar los temas de manera exhaustiva, sino únicamente señalar algunos aspectos puntuales, que al autor le han parecido interesantes en este momento.