LA SIESTA

La palabra siesta, acuñada por la lengua española tiene su origen en la voz latina hora sexta, que señala el periodo del día comprendido entre las 12 y las 15 horas, momento para hacer una pausa en las labores cotidianas, descansar y reponer fuerzas, durante  veinte o treinta minutos, aunque algunos la prolongan  hasta dos horas.

Aunque acuñada en España la siesta es practicada por todos los que en el mundo conocido se la pueden permitir. Según una encuesta telefónica realizada entre 19.000 ciudadanos en cinco países europeos, los alemanes practicaban la siesta en un 22%, los italianos un 16%, los británicos el 15%, los españoles el 9% y los portugueses el 8%.

Este resultado no indica que a la mayoría ( 91% ) de los españoles no les guste echarse la siesta, sino más bien que sus jornadas laborales no se lo permiten, pero esta clara la preferencia de la siesta sobre el deporte, los paseos o las compras y por ello se practica con mayor asiduidad los fines de semana y durante las vacaciones.

Se apoya en unas sólidas razones biológicas y responde: 1º a la somnolencia natural provocada por el descenso de la sangre del sistema nervioso al sistema digestivos tras la comida;  2º a la exigencia cronobiológica del organismo después de ocho horas de actividad, tras el inicio de la jornada y de manera independiente al haber comido o no;  3º a la defensa frente a las altas temperaturas en lugares cálidos tanto del sur de Europa como en otras zonas del globo, puesto que cuando hace calor, hasta los animales retornan a sus guaridas para descansar.

Si para los adultos los efectos de la siesta parecen ser beneficiosos, para los niños y para los ancianos es un requisito fundamental, no obstante deberemos evitar las siestas demasiado largas, porque se pueden alterar los ciclos de sueño y provocar insomnio, convirtiendo un placer recomendable en algo contraproducente.

Está demostrado científicamente que una siesta alrededor de 30 minutos mejora la circulación sanguínea, disminuye la presión arterial, reduce el estrés y favorece la salud en general. Además, agiliza los mecanismos de aprendizaje, mejora la memoria y permite prolongar la jornada de trabajo con menor  fatiga y mayor rendimiento, sin olvidar que la relajación muscular ayuda al aparato digestivo a realizar una digestión más eficaz.

Varios autores defienden la siesta porque potencia la memoria y la concentración, mejora el umbral de conciencia y permite realizar nuevos procesos cerebrales en un estado más despierto y porque, gracias a este descanso, se reactiva el estado de alerta, mejora la concentración y se reducen los índices de errores y accidentes de trabajo, cometidos por exceso de sueño o cansancio.

Por eso, cada vez son más numerosas las empresas que incorporan en sus reglamentos internos los beneficios de la siesta, habilitando salas para que sus empleados puedan relajarse en cómodos sillones, al estilo de las salas de descanso o "nap lounges".

Según los comunicados de la Dirección General de Tráfico: “El sueño provoca casi el mismo número de muertes que el alcohol”;  “A lo largo de todo el año 2000 se produjeron por esta causa más de 35.000 accidentes con víctimas”. También en el Reino Unido, la mayoría de los accidentes de tránsito ocurren entre las dos y las cinco de la tarde por ello recomiendan que cuando el sueño asalta a un conductor, este debiera estacionar su vehículo y tomar una siesta que le puede salvar la vida.

Varios organismos científicos aseguran que los beneficios aportados por la siesta superan ampliamente los tributados por cualquier otra solución médica, destacando la reducción en el riesgo cardiovascular, la disminución del estrés, la mejoría en la capacidad de concentración y el incremento en el rendimiento intelectual.

En la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) se propone el ejercicio de la siesta y se considera que el tiempo más adecuado para su práctica es de 26 minutos. Así para mejorar la efectividad en el trabajo de los controladores aéreos, defienden que un descanso de esa duración ayudaría a mejorar en un 34% su rendimiento y reforzaría el estado de alerta en un 54%.

Descansar un rato después de la comida es una ancestral costumbre y no hay duda de que el sueño es imprescindible para garantizar la calidad de vida y mantener el estado de salud. Por ello, además de dormir lo suficiente por la noche hay que escuchar las indicaciones del cuerpo cuando nos solicita nuevo descanso mediante sensaciones de somnolencia.

Durante mucho tiempo se ha creído que la sensación de somnolencia estaba relacionada únicamente con los efectos de la digestión, pero especialistas en alteraciones del sueño, como Victoria de la Fuente y el neurofisiólogo Eduard Estivill defienden que "No es por la comida, como suele pensarse, es que el cerebro pide un parón" y "La siesta es un período en el que el cerebro precisa de un breve descanso (entre las dos y las cuatro de la tarde), por eso tenemos sueño en este periodo de tiempo y la digestión produce un pequeño estado de sueño que se une a la siesta", y es por eso que para evitar los efectos del sueño tomamos bebidas estimulantes como el café o el té después de comer.

El doctor Gonzalo Pin Arboleda, coordinador de la Unidad del Sueño del Hospital Quirón de Valencia, dice: "el ser humano tiene como 2 ó 3 'ventanas' durante el día que le inducen al sueño. Por ello, dormir durante un pequeño periodo de tiempo ayuda al cuerpo a soportar mejor el día" y en otro lugar: "en los niños menores de 5 años la siesta es una práctica estrictamente necesaria para el desarrollo físico y neurológico. Está práctica en la tercera edad también es necesaria para que los ancianos aguanten mejor el día y tengan una mejor calidad de vida".

En la duración exacta de la siesta los expertos no se ponen de acuerdo, pero recomiendan quedarnos en los primeros peldaños del sueño y no sobrepasar el tiempo de vigilia ya que un sueño más largo puede producir lo contrario de lo que buscamos con sensación de modorra y mal genio porque profundizamos demasiado en el sueño, entramos en la fase REM, se nos hace más difícil el despertar y nos queda la sensación de no haber descansado.

Por esta razón los especialistas recomiendan siestas mínimas de 10 minutos y no pasar de los 40 minutos diarios, en un sillón o sofá, pero no en la cama, recomendando tiempos superiores sólo para situaciones especiales de compensación o para personas con insomnio.

La siesta es reparadora, aumenta el rendimiento laboral, descarga la ansiedad y desbloquea la mente, no conviene prolongarla demasiado porque podría alterar el ciclo normal del sueño.

La siesta es recomendable para todos los seres humanos, especialmente beneficioso para los niños y para las personas mayores.

La duración ideal de la siesta debe oscilar entre los 10 y los 40 minutos diarios.

Superar los cuarenta minutos reduce los efectos positivos de la siesta porque entramos en un sueño profundo del que nos cuesta despertar y puede alterarse la digestión.

Es mejor utilizar el sofá o una butaca cómoda que la cama, así se evita el riesgo de una duración más prolongada desaconsejada por los expertos.

Una siesta no es una pérdida de tiempo, contribuye a mejorar el rendimiento laboral,  reduce los riesgos de accidentes, evita errores y aumenta la agudeza mental.