EL INSOMNIO

Bajo el concepto de insomnio se engloba tanto la dificultad para conciliar el sueño, como el permanecer dormido, o cualquier otra alteración en el esquema normal del sueño que nos lleve a la conclusión de que el sueño ha sido insuficiente o poco satisfactorio.

El insomnio es por lo tanto una impresión subjetiva de insatisfacción, relacionada con el sueño, que puede tener su origen en muy diversos trastornos emocionales, físicos y, o, medicamentosos.

La dificultad para conciliar el sueño afecta a una amplia parte de la población general, es más frecuente entre los jóvenes y los ancianos y en general suele estar relacionada con circunstancias emocionales, que se acompañan de nerviosismo, temor, ansiedad, depresión, o simplemente se da en personas que no concilian el sueño porque no han llegado a cansarse, debido a una severa inactividad física y mental.

Se constata que, en general, las personas tienden a dormir menos a medida que envejecen y parece que también disminuye, hasta llegar a desaparecer el sueño de la fase 4, además de despertarse con más frecuencia durante la noche.

La gente mayor suele comentar que no duerme lo suficiente y sobre todo que padece el insomnio de las primeras horas de la mañana, aunque con cierta frecuencia se constata que han dormido tiempo suficiente.

Hay personas que inician el sueño normalmente, pero se despiertan varias veces antes de la hora habitual, les cuesta volver a dormirse, o lo hacen con cierto grado de tensión, derivando en un sueño inquieto y poco reparador.

Las causas que pueden producir una inversión en el ritmo del sueño son múltiples y entre ellas resaltamos las provocadas por cambios en los turnos de trabajo, sobre todo si son nocturnos e irregulares, cambios frecuentes de horarios en las comidas, abuso de bebidas alcohólicas, desfase horario por viajes en avión (especialmente de este a oeste), efectos secundarios de algunos fármacos, demencia, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer y, muy especialmente por su elevada frecuencia, las preocupaciones importantes, la alta exigencia, el estrés, las crisis de ansiedad y las depresiones.

La investigación sobre la privación de sueño en las personas demuestra que mejoran la eficiencia del mismo, si incrementan proporcionalmente el tiempo de las fases 3 y 4 del sueño, en el que predominan las ondas “delta”, caracterizadas por su ritmo lento, inferior a 3 ciclos por segundo, solución que pudiera servir de recuperación compensatoria ante la limitación del tiempo de descanso.

Para llegar a un diagnostico de insomnio, se debe valorar cual es el esquema de sueño de la persona y la influencia de varios elementos con él relacionados, tales como el estrés psicológico, los medicamentos, el alcohol, las drogas, la actividad física, etc., teniendo también en cuenta que hay personas que necesitan menos tiempo que otras para la realización de su sueño.

El tratamiento del insomnio ha de buscar previamente sus causas, el nivel de severidad y las complicaciones a él asociadas.

Es discutible si el número total de horas de sueño necesarias se ve disminuido con la edad, si varia la profundidad del mismo o si únicamente se modifican los horarios de las personas mayores, que suelen preferir irse a dormir antes y levantarse más temprano.

Una sencilla manera de reducir el problema del insomnio consiste en restablecer un ambiente de tranquilidad y relajación, al menos una hora antes de acostarse, procurando generar una atmósfera, que facilite el sueño, mediante la reducción de la luz, de los ruidos ambientales y de las temperaturas extremas.

Con frecuencia la causa del insomnio se debe al estrés crónico y es conveniente abordarlo directamente, en vez de tratar de camuflarlo a base de medicamentos para dormir.

Es una costumbre muy saludable tomar conciencia de que el tiempo destinado al descanso es sagrado, personal e imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, y tan importante como asegurarnos el alimento cada 3 o 4 horas. Para ello debemos ser organizados y rigurosos a la hora de cumplir con el suficiente tiempo de descanso, evitando que nuestros pensamientos sigan concentrados en los problemas vividos en las horas de vigilia y liberándolos de las preocupaciones del presente y del futuro. Los problemas reales no se van a solucionar porque nos roben el sueño, sino más bien todo lo contrario, y si hemos descansado adecuadamente estaremos en mejores condiciones para tomar las decisiones más convenientes.

Igualmente cuando tras el insomnio subyace una depresión, deberá ser el médico, quien prescriba el tratamiento más adecuado, teniendo en cuenta que los antidepresivos pueden inducir el sueño debido a sus propiedades sedantes.

El uso controlado e intermitente de ansiolíticos, sedantes e hipnóticos, bajo prescripción médica, puede ser útil para controlar los trastornos del sueño, mientras se corrige o se supera el problema de fondo, causante  del insomnio y de  la sensación de malestar.